Editorial de la revista Ciudad Nueva del mes de diciembre.
“Muchas cosas tienen que reorientar su rumbo, pero ante todo la humanidad necesita cambiar. Hace falta la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos. Esta conciencia básica permitiría el desarrollo de nuevas convicciones, actitudes y formas de vida. Se destaca así un gran desafío cultural, espiritual y educativo que supondrá largos procesos de regeneración”. En el párrafo 202 que da comienzo al capítulo sexto de la Encíclica Laudato Si’ (LS) aparecen palabras que resuenan con fuerza: humanidad, cambiar, conciencia, pertenencia, futuro, convicciones, regeneración, por enumerar solo algunas.
Como ocurre a lo largo de toda la Encíclica escrita cinco años atrás por el papa Francisco, el mensaje es para todos. ¿Quién puede sentirse ajeno a ese llamado? ¿Quién puede pensar que la crisis ecológica no lo afecta o afectará en el devenir de la historia si continuamos con el mismo estilo de vida? Uno podrá estar exento de manera directa de ciertas tragedias naturales pero, teniendo en cuenta el profundo sentido integral de la ecología, nadie escapa de la degradación del ambiente y de las relaciones humanas. Todos nos vemos dañados de una u otra manera.
A lo largo de este 2020 mucho hemos hablado del invisible virus que paralizó a la humanidad y que tanto nos hizo reflexionar sobre nuestro estilo de vida. Si bien a esta altura disponemos de mayor flexibilidad de movimientos, con cierto distanciamiento aunque no aislados, hemos visto casi un ciclo anual completo de la naturaleza. La llegada del covid-19 a esta parte del mundo derribó muchas de nuestras seguridades, haciéndolas caer como hojas de los árboles. Atravesamos el frío invierno despojados de toda respuesta y hemos visto brotar la esperanza que generan nuevos hábitos que nos llevan a tomar mayor conciencia de todo lo que está en juego, con el planeta, con los demás y con nosotros mismos. Forma parte de los lazos de solidaridad y fraternidad a los que nos llama también el Papa en Fratelli Tutti, para generar juntos respuestas a los desafíos tan complejos como los ambientales, que a su vez son relacionales, sociales y humanos.
Como lo reflejan diferentes artículos de esta edición, mientras los Estados intentan y trastabillan a la hora de generar acuerdos internacionales que realmente pongan en el centro el cuidado del planeta, cientos, miles, millones de personas en el mundo demuestran que están dispuestas a ser motores de cambio.
“Un cambio en los estilos de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social –escribe Francisco en LS (206)–. Es lo que ocurre cuando los movimientos de consumidores logran que dejen de adquirirse ciertos productos y así se vuelven efectivos para modificar el comportamiento de las empresas, forzándolas a considerar el impacto ambiental y los patrones de producción. Es un hecho que, cuando los hábitos de la sociedad afectan el rédito de las empresas, estas se ven presionadas a producir de otra manera. Ello nos recuerda la responsabilidad social de los consumidores”.
La transformación ecológica llegará de abajo hacia arriba. Son esos pequeños actos que generan grandes cambios. Quizás imperceptibles para muchos, aunque otros veamos una luz de esperanza. La misma que surge con la llegada del Niño que nacerá en Belén. Permitamos que renazca en nuestros corazones y en los de nuestros hermanos. Jesús no nació para unos pocos, sino para toda la humanidad de todos los tiempos. ¡Feliz Navidad!.
Artículo publicado en la edición Nº 626 de la revista Ciudad Nueva.