Vuelve a casa: tu hijo sanará

Vuelve a casa: tu hijo sanará

El Evangelio de este lunes 15 de marzo es de Juan, Jn (4, 43-54). 

Es el pasaje conocido como la sanación del hijo de un funcionario. Este episodio es posterior al encuentro de Jesús con la samaritana en el pozo de Jacob, Jn (4,1-42). Dos episodios inolvidables, que conforman el jugoso cuarto capítulo del cuarto evangelio. Las curaciones siempre conmueven, más aún en tiempo de pandemia, donde tenemos a flor de piel el valor de la vida, y el don de la salud.

43 Transcurridos los dos días, Jesús partió hacia Galilea.
44 El mismo había declarado que un profeta no goza de prestigio en su propio pueblo.
45 Pero cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la Pascua; ellos también, en efecto, habían ido a la fiesta.
46 Y fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía su hijo enfermo en Cafarnaúm.
47 Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, fue a verlo y le suplicó que bajara a curar a su hijo moribundo.
48 Jesús le dijo: «Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen».
49 El funcionario le respondió: «Señor, baja antes que mi hijo se muera».
50 «Vuelve a tu casa, tu hijo vive», le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino.
51 Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y la anunciaron que su hijo vivía.
52 El les preguntó a qué hora se había sentido mejor. «Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre», le respondieron.
53 El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y entonces creyó él y toda su familia.
54 Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.

La narración empieza y termina aludiendo al primer milagro de las bodas de Caná. En este segundo milagro, también habrá una conversión maravillosa. Juan sugiere este cambio y conversión al cambiar los títulos con los que designa al padre del niño: el funcionario real, que obra como los que no creen (48), pasa a ser un hombre que cree provisionalmente (50), y al constatar la hora de la sanación de su hijo, acaba siendo un hombre que lleva toda su familia a la fe (53). Jesús obra el milagro también en Caná, aunque la sanación tiene lugar en Cafarnaún. Para el evangelista, la vera sanación no fue física sino espiritual: fue la del funcionario-hombre-padre, a través de su fe.  

El niño enfermo – John Bond Francisco (1863-1931)

El cuadro representa a un hijo enfermo. Las sábanas pálidas reflejan el mal estado del niño. Vemos que está en una postura un tanto incómoda, se lo percibe debilitado. En la época de Jesús la medicina habría sido muy básica, y, por supuesto, en la época en que se pintó este lienzo (1893), la medicina estaba algo más avanzada.

De todos modos, la mayoría de los padres estarían consumidos por la preocupación de su hijo enfermo, permaneciendo despiertos toda la noche junto a la cama, sin saber qué les deparará el mañana. La ansiedad de la madre es evidente: las finas agujas, las pequeñas gafas, su mirada y su ropa, reflejan la preocupación de una madre.

Jesús realizó un milagro asombroso, curando al hijo del funcionario sin ni siquiera estar cerca del niño. El niño moribundo recuperó la salud simplemente con una palabra, a distancia, de inmediato… probablemente con su madre estando cerca de él presenciando la curación.

Fuente: https://www.christian.art/en/daily-gospel-reading/745

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