Tras las huellas de Chiara.
Hemos finalizado un año que ha sorprendido al mundo entero poniendo en evidencia la fragilidad de la humanidad y colocando al descubierto nuestros límites. En nuestro continente, abriendo más aún aquella grieta que es típica nuestra: los excluidos, los que se han quedado sin trabajo, que viven o mueren en la soledad, la pobreza de quien no tiene patria, de quien no tiene salud, en fin, todo aquello que sabe a dolor.
¿Cómo podemos entonces concluir este 2020 tan vapuleado y al mismo tiempo comenzar el año que tenemos por delante? En este discurso de 1983, Chiara nos da dos claves que pueden ser útiles para colocarnos en una posición justa para donar el pasado con todo lo vivido y ponernos con una nueva apertura a lo que el futuro nos depara. En el texto encontramos una frase que puede pasar desapercibida: “En los primeros tiempos se experimentaba, pero no se analizaba”, sabias palabras que nacen de la experiencia fulminante de los primeros tiempos. No nos detengamos a analizar el 2020. Y aquí llega la segunda clave: si cada uno individualmente y todos juntos, leyendo esta página, dejamos que este 2020 Jesús Abandonado ‘fantasma’, ahora amado con todo nuestro amor, pase, volverá esa pequeña luz para darnos esperanza y nuevas fuerzas para comenzar juntos el nuevo año (1).
“En estos días hemos observado que también en el abrazo a Jesús Abandonado, que cada cristiano personalmente puede realizar, se experimentan efectos iguales a los que se prueban con la unidad, más aún, efectos idénticos. Ha sido el gran descubrimiento, cuando me he puesto a releer estas cartitas, estos escritos de los primeros tiempos: pero ¿cómo es que hablan de consolación, alegría? ¿No será por casualidad que los mismos efectos que se prueban en la unidad con Jesús en medio se pueden probar también en cada uno [abrazamos a Jesús Abandonado]? No lo podía creer, no lo creía, era demasiado hermoso, demasiado hermoso, ¿no? ¡Dar los frutos que conlleva la unidad era demasiado! (…)
¿Qué cosa entonces debemos concluir? Qué también en cada uno de nosotros individualmente, si abrazamos a Jesús Abandonado, se hace presente plenamente el Resucitado con la misma intensidad, fuerza, potencia, plenitud con la cual está presente entre nosotros en la unidad plena. En los primeros tiempos se experimentaba, pero no se analizaba. Cuando decíamos que Jesús Abandonado era ‘fantasma’, en otros tiempos, que no era solo en los primeros tiempos, ‘fantasma’ significaba que pasa y vuelve la luz. Cuando decíamos: ‘Mi noche no tiene oscuridad’, ¿qué significaba? Significaba que aquella noche no tenía oscuridad, ves el paso, así; por lo cual no era solo en los primeros tiempos, es que en los primeros tiempos estábamos todos concentrados, allí tenemos que regresar, ¿eh? ¡regresar ahora!”
1. Lubich, Ch. (1985), La Unidad y Jesús Abandonado. Buenos Aires: Ciudad Nueva.
Artículo publicado en la edición Nº 627 de la revista Ciudad Nueva.