La vigencia de Roger Federer y la continuidad de Manu Ginóbili en la NBA ratifican que el talento no tiene fecha de vencimiento.
El mundo quedó maravillado el último domingo con una nueva demostración de Roger Federer quien, a dos semanas de cumplir 36 años, ganó Wimbledon por octava vez, sumando 19 torneos de Grand Slam. Lo hizo de manera admirable, como todo lo que gana: no perdió un solo set en todo el torneo.
Manu Ginóbili la semana que viene cumplirá 40 años y acaba de anunciar vía Twitter que continuará jugando en San Antonio Spurs, al menos un año más. En la última temporada demostró su vigencia y es el máximo referente de su equipo en la liga de básquet más importante del mundo.
🇦🇷Seguiré vistiendo la #20 un tiempito más!! #sigaelbaile #elpibede40
🇺🇸Back with the @Spurs for another season #thrilled #youngat40— Manu Ginobili (@manuginobili) 19 de julio de 2017
Son solo dos ejemplos de genios del deporte que desafían al calendario. Y no lo hacen por la dificultad de desprenderse de aquella actividad que realizaron durante toda su vida –por más que pueda haber cierto apego a ese lugar de privilegio ganado en buena ley– sino porque sienten, y se refleja claramente en sus gestos y emociones, que todavía son felices adentro de una cancha, sea de tenis como de básquet.
Disfrutan, se superan, sufren, aceptan al derrota, viven cada instancia que depara el deporte como parte misma de una disciplina que los ha perfeccionado y que ellos le han retribuido con la genialidad de los elegidos.
En estos tiempos en los que muchos deportistas se ven seducidos por los flashes de los primeros éxitos y los ceros en las cuentas bancarias (cualquiera sea el deporte) bien vale destacar la figura de estos deportistas distintos. También ellos fueron jóvenes y han vivido esos primeros momentos de fama. Pero siempre tuvieron bien claro el norte, a dónde querían llegar. Incluso seguramente han superado todo lo imaginado.
La constancia, disciplina, coraje, resiliencia para reinventarse cuando muchos los daban por acabados, más esa inmensa cuota de talento que llevan en su ADN, deben ser el espejo donde deben mirarse quienes asoman en el profesionalismo del deporte. No basta con una ráfaga que arrase con todo en un momento, la clave está en saber y querer soplar más allá de los años.