Una Justicia superior

Una Justicia superior

Pensadores de todos los tiempos se han referido a ella y es la perspectiva de Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, la que nos pone frente un exigente desafío.

Si queremos un mundo de paz y justicia, hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor. Antoine de Saint-Exupéry

Es como una señora esquiva, la Justicia. Perseguida, poco hallada. No sabemos bien quién es, ni dónde está. En todos los tiempos se habla de ella. Distingue al ser humano (Confucio) y resume su virtud (Teognis de Megara). Imperiosa en el ocaso de la amistad (Aristóteles), desaparece en la guerra (Hobbes). Se ubica entre lo excesivo y lo insuficiente (proverbio africano swahili). Cuando es escasa, abunda la pobreza (Confucio) y pone en peligro al que tiene razón (Quevedo y Villegas). Suele usarse como disfraz de la envidia (Benavente), la venganza (vos Savant) y el poder (Platón). No siempre está en las leyes (Gandhi). Y van…

Detengámonos un momento en Chiara Lubich: “Se dice que la justicia significa: ‘Dar a cada uno lo suyo’. Todo es de Dios. Dale todo a Dios y serás justo. Dale todo tu ser: corazón, mente, voluntad, fuerza física, bienes. Será justicia. Todo nos fue dado por Dios por amor: todo debe volver a Dios por amor. Esta es la justicia. Cuando lo íntimo de nuestro ser está en Dios, las demás cosas también van a tener valor. Cuántos en el mundo hoy buscan la justicia externamente. La exigen de los demás y no de sí mismos. ¡Qué distinta es la verdadera justicia! La justicia de Dios que es Amor. El mundo no tiene tanta necesidad de leyes nuevas como de actitudes nuevas: necesita hombres que ordenen en sí mismos el amor. Este orden es justicia. Y solo en este orden las leyes tendrán valor. Una es la justicia fuera del amor. Otra es la justicia en el amor. La justicia del amor. La justicia que es amor”1. Y esta justicia es dar a Dios “lo que le es debido, para después dar a los hermanos lo que les corresponde: amándolos como a nosotros mismos”2.

Esta idea recoge sabiduría ancestral, pero va más allá. Parte del derecho romano, y lo integra en la tradición hebrea, que reclama una interioridad que refleje la santidad de Dios3. La materia unificante es el amor. Ni oposición, ni confusión: continuidad natural. Todo amor es justo y toda “justicia” que no es amor es falsa. El amor brota de la justicia, se desarrolla como justicia que madura y su perfección es perfecta justicia4. Ni “moralina” ni “edulcorante”. Se expresa “con los músculos, con las piernas, con la cabeza…”5. Hace a los demás lo que a uno gustaría que le hicieran, y evita lo contrario.

Puede encajar así en cualquier cultura: desde la musulmana, que apunta a tener presente el juicio divino en cada acto6, hasta la budista e hindú, que apuntan a actuar con un espíritu de equilibrio7. También las occidentales de matriz europea (entre ellas la latinoamericana), donde el derecho romano fue despojado poco a poco de toda referencia religiosa y ética, hasta identificar la justicia con la “ley”. Que en realidad suele traslucir el ejercicio de un puro poder ideológico y/o institucional. Es que cuando la cultura se corrompe en su ética y ninguna verdad es ya objetiva, las leyes solo se entienden como imposición arbitraria o un obstáculo a evitar8. Sin referencia a una concepción fundamental de justicia, el derecho se convierte en el “espejo de las ideas dominantes” y entra en una degradación que “nivela hacia abajo” por medio de un consenso superficial y negociador donde triunfa la lógica de la fuerza9.

Un desafío se nos pone sobre la mesa: “Quiero proponerles que abran su reflexión a horizontes más elevados y más vastos. Siempre hemos visto a toda la creación, en su maravillosa inmensidad, como una, nacida del corazón de un Dios Amor, y por eso en toda ella se refleja su huella. Esto vale también para cada hombre y mujer, para la humanidad, que es la flor de la creación. Cada uno ha sido creado como un don para quien está a su lado, y quien está a su lado ha sido creado por Dios como un don para él. La fraternidad universal, por lo tanto, está escrita en el ADN de cada hombre, constituye su vocación primordial y corresponde al proyecto de Dios para la realización plena del hombre y de la humanidad. El derecho, desde su nacimiento, ha sido considerado la regla de la vida social, es más, el orden de la sociedad misma. ¡Cuánto desearía ver esta función reguladora impregnada por el mandamiento nuevo del amor recíproco, para la plena realización de las personas y de las relaciones que ellas entablan!”10.

Ante este desafío, la señora Justicia… quiere habitar con nosotros. En lo cotidiano, en lo sencillo. Igual en una sonrisa, que en el pago de la boleta de la luz. Ella sabe tocar el alma y la herida del que pasa al lado. Todos, nadie excluido. Momento por momento. Toca lo Infinito.

Dichosos los que tienen hambre y sed de esta justicia. Serán saciados.

Artículo publicado en la edición Nº 630 de la revista Ciudad Nueva.

1.  Extractos de “Lettera a tutti i crociati dell’Unita’”, 09/09/47.
2.  Conexión CH, 25-1-01.
3. VILLEY; M. (1978). El derecho. Perspectiva griega, judía y cristiana. Buenos Aires: Ghersi Editor.
4.  AGUSTÍN DE HIPONA, cit. por Lubich en Conexión CH, 25/01/01.
5.  LUBICH Ch. “L’Unità”, Fokolar Festival, Payerne, Suiza, 26/09/82.
6. “Sean justos, porque de esta forma estarán más cerca de ser piadosos” (Corán 5:8; ver también 4:58; 6:152; 89:17, 93:9, y 107:2; 6:152).
7.  PARVESH SINGLA, (2002). The Manual of Life. Understanding Karma: Right Action, p. 5.
8. BERGOGLIO Jorge, Carta encíclica como Obispo de Roma, Laudato si’ (24 mayo 2015), 123: AAS 107 (2015), 896.
9.  Íd,  Fratelli tutti (3 octubre 2020), 210.
10. Extractos de LUBICH Ch., Mensaje al Primer Congreso Internacional de “Comunión y Derecho”, 18-11-05.

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