El Papa recibió en el Vaticano a un grupo de mujeres separadas y divorciadas de Toledo que viven una profunda experiencia de espiritualidad a través de un grupo eclesial que las acoge.
El Papa Bergoglio ha subrayado más de una vez la necesidad de que los pastores sean expresión de una Iglesia capaz de abrazos más que de juicios. Este lunes, el Papa ha sido ejemplo de este enfoque pastoral al encontrarse durante más de una hora y media con un grupo de mujeres separadas y divorciadas provenientes de la arquidiócesis española de Toledo.
El encuentro se originó a partir de una carta recibida en abril en la que el grupo de mujeres compartió con el Papa su experiencia eclesial en el Grupo Santa Teresa que, mensualmente, se reúne en una de las parroquias de la diócesis. Las mujeres le contaban de su actividad de oración y también de sus encuentros en los que pueden compartir sus vivencias, frecuentemente dolorosas, en un clima de fraternidad.
Francisco quedó interesado por la experiencia y pidió reunirse con este grupo que, de alguna manera, expresa la inquietud de la Iglesia por caminar al lado de personas que viven la experiencia del fracaso de su proyecto de vida matrimonial.
“Se ha tratado de una experiencia genial donde hemos encontrado a un padre que nos ha escuchado con cariño y con una sencillez absoluta. El Papa nos ha insistido en que desde el amor hemos de educar a nuestros hijos a amar y respetar a todo el mundo y que hemos de rezar por nuestros exmaridos”, contó sucesivamente Esperanza Gómez-Menor, una de las mujeres que participó de la reunión citada por la propia arquidiócesis toledana. Esperanza es madre de dos hijos y cuando pudo hacerlo le preguntó al Papa acerca de cómo educar a los hijos sin desacreditar al padre separado. Francisco las invitó a no utilizar “a los niños como arma de combate”. “Que no intentemos barrer para casa haciendo enojar al otro. Que había que predicar con el ejemplo y que todo hay que hacerlo con mucho amor”, resumió la mujer la respuesta del Papa al semanario Alfa&Omega.
Hubo más preguntas, por ejemplo, acerca del rol de las mujeres separadas y divorciadas en la Iglesia. Francisco las invitó a ayudar a otras personas que han sufrido una separación y a los matrimonios en crisis, animándolos a tener paciencia para no pasar por la misma situación que ellas. “El santo padre nos ha insistido en que, con nuestra experiencia, podemos ayudar a los separados a vivir este sufrimiento y, sobre todo, nos ha remarcado insistentemente que la Iglesia nos arropa y abraza”, sintetizó Isabel Díaz. Miguel Garrigós, delegado diocesano del área familia y vida, quien también estuvo en la reunión con el Papa, destacó que el Pontífice sigue de cerca la iniciativa, que es parte del plan pastoral diocesano. Garrigós relató que “el Papa nos ha insistido en que no tenemos vocación (como humanos) de permanecer heridos. Hemos de acostumbrarnos a vivir con la cicatriz, ya que da dignidad porque ha habido un sufrimiento detrás y nos ha puesto el ejemplo de las arrugas de los ancianos que dignifican a quienes las poseen”.
En los casos de separación, que las heridas se transformen en una cicatriz depende también de la capacidad de vivir con amor, y un amor que llegue al perdón, ese delicado y doloroso trance. Por ello, quizás, el Papa más que señalar el capítulo 8 de su exhortación apostólica “Amoris Laetitia”, señaló el capítulo 4, donde literalmente desmenuza los contenidos del himno paulino al amor.
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