Una visita inesperada, el abrazo del Papa con una niñita ciega y un mensaje con sabor a eternidad.
La foto es del viernes pasado, cuando sin aviso previo el Papa Francisco decidió visitar el Centro Regional San Alexis – Margarita de Saboya de Roma donde viven 37 ancianos y donde 50 niños no videntes o con graves problemas de visión frecuentan una escuela donde aprenden a convivir con su enfermedad.
Para muchos será una foto para la crónica, en la que el líder de la Iglesia católica deja que esa niña ciega lo toque, pueda percibirlo y se hunda en un abrazo con él. Pero desde la profundidad del ser humano hay mucho más que eso: dice de un amor que llega hasta los más pequeños, que le da tiempo a un ser humano en especial. Es un amor que no ama al “por mayor”, sino que se detiene con las personas, como en su momento lo hizo Jesús que se dio tiempo para mezclarse con niños, para hablar con la samaritana, estar en casamientos, en ágapes fraternos de amigos y conocidos…
Son los momentos en que el cielo se abre y se hace pequeño como esa niña rubia al habitar su corazón. La salvación que anuncia la Iglesia no es sólo un llamado general, tiene el nombre y el apellido de cada uno.
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