El 24 de abril de 1915, el gobierno de Turquía comenzó a llevar a cabo la eliminación de 1,5 millones de miembros de esta minoría.
Hoy es el 103º aniversario de Metz Yeghern (el Gran Mal), que causó la muerte de 1,5 millones de inocentes y comenzó la diáspora armenia. El 24 de abril de 1915 en Constantinopla, el Gobierno turco de esa época hizo arrestar y ejecutar a más de 600 representantes de la intelectualidad de esta antigua minoría cristiana, dando comienzo al exterminio armenio, “el primero del siglo XX”, como declaró el Papa Francisco en la misa celebrada en San Pedro, el 12 de abril de 2015, en memoria de los mártires armenios: “La humanidad conoció en el siglo pasado tres grandes tragedias inauditas: la primera, que generalmente es considerada como «el primer genocidio del siglo XX»” y el cual, dijo Francisco: “afligió a vuestro pueblo armenio –primera nación cristiana–, junto a los sirios católicos y ortodoxos, los asirios, los caldeos y los griegos” y en el que “fueron asesinados obispos, sacerdotes, religiosos, mujeres, hombres, ancianos e incluso niños y enfermos indefensos”.
Una misa, con ocasión del centenario del genocidio armenio, en la que el Santo Padre también expresó que “aún hoy hay quien intenta acabar con sus semejantes, con la colaboración de algunos y con el silencio cómplice de otros que se convierten en espectadores” asegurando que “no hemos aprendido todavía que «la guerra es una locura y una masacre inútil”.
Y con la firme certeza de que el mal nunca proviene de Dios, quien es “infinitamente bueno”, el Papa expresó que “profesamos que la crueldad nunca puede ser atribuida a la obra de Dios y, además, no debe encontrar, en ningún modo, en su santo Nombre justificación alguna”. Palabras que también repitió un año después a las Autoridades de Armenia, la Sociedad civil y Cuerpo Diplomático en Yerevan, durante su Viaje Apostólico a Armenia en junio de 2016.
Un encuentro en el que recordó al Presidente de la República de Armenia que el genocidio armenio azotó a su pueblo y causó la muerte de una gran multitud de personas: “Aquella tragedia, aquel genocidio, por desgracia, inauguró la triste lista de las terribles catástrofes del siglo pasado, causadas por aberrantes motivos raciales, ideológicos o religiosos, que cegaron la mente de los verdugos hasta el punto de proponerse como objetivo la aniquilación de poblaciones enteras” y rindiendo homenaje al pueblo armenio, animó a las autoridades a no dejar de ofrecer su valiosa colaboración a la comunidad internacional, porque “el pueblo conoce el sufrimiento y el dolor, conoce la persecución; conserva en su memoria, no sólo las heridas del pasado, sino también el espíritu que le ha permitido empezar siempre de nuevo”.