El ex número dos del grupo guerrillero, Iván Márquez, anunció que retomará la lucha armada al lado del ELN.
Que el proceso de paz en Colombia está lejos de ampliarse llevando el país a la convivencia pacífica era un hecho. Sin embargo, el anuncio del ex número dos de la ex guerrilla de las FARC, Iván Márquez, de volver a las armas junto con un grupo de disidentes del acuerdo de paz de hace dos años, entristece porque implica que la perspectiva es un recrudecimiento de la actividad armada. Y eso pese a medio siglo de conflicto cuyo resultado no ha sido el de fomentar la justicia social que reclaman las guerrillas, sino su transformación en grupos criminales, dedicados entre otras cosas al narcotráfico.
Rodeado por una veintena de guerrilleros, entre ellos Jesús Santrich, que como él había no había asumido el cargo de senador, Márquez ha anunciado un “segundo nacimiento” del grupo guerrillero “bajo el amparo del derecho universal que asiste a todos los pueblos del mundo de levantarse en armas contra la opresión”. Por esa razón, el grupo disidente se unirá a la guerrilla del ELN, que todavía lleva a cabo el conflicto contra el Estado en algunas regiones del país, sobre todo en la frontera con Venezuela. “La historia registrará que fuimos obligados a retomar las armas”, señaló Márquez.
Hace más de un año que Iván Márquez había abandonado el lugar asignado para la reinserción de los ex combatientes, sin haber asumido como senador, y sucesivamente declarando que fue un error que el grupo abandonara las armas. Esa declaración le valió las críticas de los dirigentes del grupo hoy mayoritariamente convertido en partido político, al que los acuerdos de paz concedieron 10 cargos de legisladores en las dos cámaras del Congreso. Márquez también denuncia que pese a la firma del acuerdo de paz, no han cesado los asesinatos de líderes sociales, unos 500 en todo el país, y de ex unos 150 ex guerrilleros en medio de la indiferencia de las autoridades estatales. Esto último, lamentablemente, se relaciona con la actitud del actual gobierno fuertemente crítica con los acuerdos de paz, lo que contempla también incumplimientos de lo pactado. Una lectura de las circunstancias históricas del país poco realista que, en lugar de impulsar la paz, está aceptando la continuación de múltiples conflictos: con el ELN, y varios otros grupos que contemplan paramilitares, grupos extremistas y bandas criminales. Pero también la lectura de Márquez se aleja de las reales circunstancias históricas del país. Ese derecho universal de los pueblos a levantarse en armas que invoca, supone una reacción masiva contra un poder ilegítimo y opresor.
En las últimas elecciones, las FARC no pudieron superar el 3% de los votos y, previamente, retiraron su candidato a presidente ya que medía escasos apoyos. Las FARC están lejos de representar al pueblo colombiano, y mucho menos. Son una mera oposición ideológica a un gobierno elegido democráticamente, que demuestra no tener la capacidad de concebir la contraposición política sin el uso de las armas. La historia censurará la miopía política del actual gobierno, que no ha sabido elegir entre su ideología y el bien común, para el cual la paz es el primer paso. Pero también censurará a una guerrilla que, incapaz de construir una propuesta política que reciba mayores apoyos, decide recurrir a las armas como método político. Nada más trágicamente anacrónico.