Tras algunos reclamos secesionistas aparece la idea de que las regiones más ricas tendrían derecho manejar sus recursos y por tanto a más beneficios.
Junto con otros reclamos, los secesionistas de Cataluña, utilizan el argumento de que este territorio, el más rico de España, es injustamente despojado de recursos que produce por el Estado central. El reclamo de independencia es acompañado entonces por una visión que pretende no pagar el costo del desarrollo de otras regiones del mismo país menos favorecidas.
Es un discurso que se alimenta de una visión de la economía que privilegia los intereses y derechos individuales en perjuicio de los bienes comunes. Para dicha visión, la sociedad es apenas una sumatoria de individuos y no una comunidad en la que los individuos interactúan creando una cultura y riqueza que beneficia a todos, que cuidan y cultivan bienes comunes.
Sin embargo, un Estado no es una sociedad anónima en la que cada uno recibe beneficios sobre la base de la participación accionaria: cuantas más acciones aporta cada sujeto, más beneficios recibe. Un Estado se forma en torno a un proyecto de país que pretende avanzar en la convivencia y el desarrollo de todos los miembros de esa nación. Hay por tanto una base solidaria – con un espíritu similar al de una familia – que interviene en las zonas menos favorecidas, tal como apoya a los más desvalidos, los sectores más vulnerables o pobres.
Si bien parece lógico reconocer que quien produce más riqueza debe ver reconocido este esfuerzo, otra cosa es concebir la población de un país administrada exclusivamente en base tal criterio. El día de mañana, terminaría por reivindicar este criterio cada una de las ciudades más ricas, y sucesivamente los barrios más ricos respecto de otros en la misma ciudad. Significaría ello aceptar que en cada país los más ricos seguirían siendo más favorecidos y los pobres más pobres. Significaría aceptar la idea, en su momento sostenida por estadistas como Margaret Thatcher, de que no hay sociedad, sino individuos. Una idea que en realidad nos empobrece y que desconoce por completo el peso de las relaciones que alimentan desde valores éticos nuestra convivencia.
Excelente y muy claro artículo.
Los secesionistas de Cataluña lo explicitan, aunque es un criterio que actúa en las decisiones politicas económicas ‘ tras bambalinas’, disfrazados de dobles discursos, hace tiempo. En los cuáles de palabra se expresa que importa bajar los índices de pobreza y en los hechos no hay un acercamiento real a solucionar el problema. Los paleativos y el marketing no soluciona la pobreza estructural instalada en Latinoamérica hace mucho más que varios decenios atrás.