Hugo Díaz nació en Santiago del Estero, el miércoles 10 de agosto de 1927.
Fue un armonicista de formación intuitiva, cultor de la música de raíz folklórica, del tango y del jazz, tocaba también violín, piano y contrabajo. Se inició en la Orquesta infantil dirigida por el maestro Lepoldo Bonell, junto a su amigo de la infancia, Domingo Cura, dando sus primeros conciertos en LV 11, la radio de su Santiago del Estero natal.
Compartió escenario, compuso y grabó con los músicos y poetas más emblemáticos de la cultura popular como Don Atahualpa Yupanqui, el querido “Cuchi” Leguizamón, Los Hermanos Ábalos, Aníbal Troilo, Horacio Salgán, Ariel Ramírez, o el Mono Villegas entre tantos otros.
Anécdota que lo pinta de cuerpo entero
Cierta vez, viajando Hugo Díaz junto a Domingo Cura por Alemania, llegan a la ciudad de Frankfort y entran en la casa central de Hohner, tal vez el mejor fabricante de armónicas del mundo. Estaban allí mirando distintos modelos mientras Hugo probaba y tocaba algunos, elogiando su calidad hasta que comenzó a notar que los empleados lo miraban de una manera especial. Hugo Díaz era descendiente de indígenas y le comentó por lo bajo a Domingo que parecía que lo estaban vigilando. Le pidió a su amigo que tomara las armónicas porque tal vez pensarían que él se podía robar alguna. A Cura le parecía exagerado pero también notó la particular mirada y convino que podrían sospechar de la apariencia de su amigo. En un momento, parece que una empleada avisó al gerente y este se apersonó ante ellos. Hugo escuchó que este le pedía si podía acompañarlo.
Bajo la mirada inquisitoria de todos los empleados, siguieron los dos al Gerente, que los llevó a la sala de directorio de la empresa. Para su asombro, en una pared había una gran fotografía mural en la que él, Hugo Díaz, aparecía retratado tocando una armónica que lucía claramente la marca Hohner. El gerente los agasajó y lo presentó a todos como el mejor ejecutante de armónicas del mundo y que la empresa se enorgullecía de que él ejecutara una. Por ello lo miraban curiosos los empleados al reconocer en aquel pequeño hombrecito al mismo de la venerada foto.
El recuerdo de su hija, Mavi
“Hugo Díaz, mi padre, la armónica del mundo. Con su estilo único y su magia personal, recreó maravillosamente todas y cada una de las melodías que interpretó y demostró que su armónica estaba capacitada para abordar la música de cualquier región del planeta. Andariego de siestas calurosas y fiestero innato de toda reunión de chicos y muchachos de barrio.
A los 5 años, un pelotazo en la cara le provocó una ceguera temporal y, en esos momentos, cayó en sus manos su primera armónica. La música fue entonces la luz para sus ojos. Hugo y su armónica establecen una relación infinita, eterna. La pobreza le obligó a transitar sin cansancio las calles pueblerinas, cajón de lustrar en mano, mientras ofrendaba las melodías perfectas de alguna chacarera a los transeúntes.
Por las noches, en vez del descanso reparador, su alma inquieta lo empujaba hacia cualquier esquina iluminada donde, con su armónica, descifraba los secretos de cuanta música llegaba a sus oídos. Don Leopoldo Bonell, maestro de banda, posibilitó que aquel chico, con estrella de gran artista, integrara la orquesta infantil que dirigía y, de ahí en adelante, Hugo Díaz empezó a exponer sobre el escenario todo cuanto absorbía su sentido musical, con esa intuición que sólo tienen los elegidos.
En Argentina, compartíó escenario, compuso y grabó con los músicos y poetas más importantes de la cultura popular: Atahualpa Yupanqui, Gustavo Leguizamón, Los Hnos. Abalos, Aníbal Troilo, Horacio Salgán, Astor Piazzolla, Eduardo Lagos, Carlos Carabajal, Jaime Dávalos, Mercedes Sosa, Domingo Cura, Ariel Ramírez, Jaime Torres, Virgilio Expósito, Waldo de los Ríos, Victoria Díaz, Ariel Petrocceli, Dino Saluzzi y muchos otros.
La culminación llegó cuando se encaminó por los ritmos del tango y del jazz; esa apertura hizo que recorriera el mundo grabando discos en Asia, Europa y América. Su primer disco de tango fue disco de oro en Japón.
Hugo Díaz se fue el 23 de octubre de 1977, cumpliendo su último deseo: “Quiero que la muerte me pille sobre el escenario, haciendo lo que hice siempre, la música del mundo”.
Hugo y su compinche y cuñado Domingo Cura, hicieron música hasta el final de sus días. Siguen tocando, tan solo que nosotros no los vemos, ¡pero intuimos a estos benditos musiqueros!