Tras la muerte del Padre Julián Zini, compartimos el artículo publicado en la revista Ciudad Nueva cuatro años atrás.
Poeta, músico e intérprete del folclore del Litoral abre su casa, y su corazón, para hablar de la fe de un pueblo que lo tiene como ícono, por su humildad y amorosidad.
A punto de cumplir 77 años, el padre Julián Zini transmite puro entusiasmo. “La edad es como el arcoíris, se ve en el techo ajeno”, dice con una sonrisa, dando cuenta que no importa cuántos son los años sino cómo se viven. Y el origen de esa alegría que contagian sus palabras puede fundamentarse en una fe inquebrantable, que se alimenta cotidianamente y que está enraizada en la cultura guaraní. Nacido en el Paraje El Centinela, Ituzaingó (Corrientes), y radicado en Mercedes, de la misma provincia, es un profundo amante de la religiosidad de su pueblo, que lo llama Paí, que significa “padrecito”.
“Hace 50 años, con el Concilio Vaticano II se nos pidió que comenzara la nueva evangelización. Por eso Francisco está desesperado por una Iglesia en salida, para cambiar la actitud evangelizadora. Ya no es más por imposición sino por atracción. Francisco es iluminador en una serie de cosas…”, comienza el padre que fue uno de los sacerdotes para el Tercer Mundo. Mientras toma un mate, completa su idea: “En él se sintetiza toda una teología que se creó y se prohibió acá. Mi gran alegría es haber sobrevivido y poder ver lo que en un momento dado fue menospreciado, o mejor dicho, despreciado. Es como si el Espíritu Santo me hubiera encajado una trompada y me hubiera tirado sentado. No pensé que iba a venir y de esta forma. ¿Del sur y del fin del mundo?”
En esa nueva manera de evangelizar, Zini destaca la importancia de “una pastoral popular que nos dice cómo se acompaña al pueblo y su religiosidad. Siempre con una actitud no hacia y para, sino desde y con. Desde afuera no se puede evangelizar. Francisco lo resume en su Exhortación Evangelii Gaudium, si no es con los ojos del Buen Pastor, no podrá ser evangelizada esta fe, esta religiosidad. El gran problema es la ignorancia, no conocer la primera evangelización”.
Los dichos y refranes no faltan a lo largo de toda la conversación y precisamente cita a san Ireneo de Lyon para continuar su pensamiento. “Lo que no se asume no se redime. Es lo que hizo Jesucristo con nosotros. Asumió nuestra realidad. Puebla (NdR: Reunión del Consejo Episcopal Latinoamericano en 1986) toma esa frase. Hay que asumir, después recién purificar y luego completar con el Evangelio. Es el proceso de cómo atender a la fe de nuestro pueblo, según el magisterio”, sostiene Zini sin dejar pasar las consecuencias de aquel encuentro: “Es verdad que también hubo una tendencia con sentido muy europeo que juzgaba esto como superstición e idolatría”.
Como modo de recuperar la historia, cuenta que “no se sabe que no se usó la Biblia para la primera evangelización, sino su contenido pero a través de los que vivieron la Biblia, los santos. Por eso al altarcito de nuestra gente debemos agregarle el Evangelio, la Palabra de Dios. Que los santos vuelvan, sigamos con eso, pero vayamos centrándonos en Jesús, en su Madre, el Rosario, Vía Crucis. En eso hay que ayudar a la gente desde lo que tiene, que son la Virgen, los santos y los difuntos. Para nosotros los difuntos siguen unidos. A nosotros se nos enseñó que quien muere en gracia o violentamente se asemeja a Cristo y se acerca a Dios, y si está con Dios váyase a dormir. Cada uno elige al santo que lo ayuda. Por eso aquí existen las capillas privadas. Cada casa tiene su patrono. Cuando no se atienden pastoralmente los problemas, la gente se encierra. El correntino se aparta. No aparece más y se encierra en lo que tenía suyo, propio, que era su devoción, su piedad, que fue lo que recibió”.
Un claro ejemplo de esto fue la celebración de la fiesta de la Inmaculada el 8 de diciembre en todas las tradiciones familiares de la Virgen de Itatí: “Buscamos en el consejo pastoral cómo hacer para que no se perdiera lo que ellos tenían como tradición y a su vez cómo lo combinábamos con lo que podíamos agregar nosotros. Traían todas sus imágenes para que amanecieran en la capilla de la parroquia. Antiguamente era con el nombre de la Pura y Limpia, que después le pusieron la Inmaculada, mientras que para nosotros es la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora de Itatí. Es lo que nos trajeron los franciscanos y el nombre más hermoso de la Virgen de la Inmaculada. Es un trabajo de pastor que hay que retomar y seguir. Estas cosas nos parecían importantes. La mayoría son pobres y para ellos eso es una riqueza. Si hago una opción por los pobres y no asumo su fe, su cultura, su pobreza, ¿mi opción en qué cuenta?”. Y por si llegara a faltar claridad en su vocación enfatiza: “La experiencia que a mí me valió el seguir de cura fue partir de lo que tiene la gente. Asumir y partir de la situación. Dios ya está en la situación”.
Sobre el cierre de la charla, Zini no duda en citar a quienes han estudiado y argumentado sobre el fenómeno de la religiosidad popular. “Antonio González Dorado decía que para poder entender la religiosidad popular hay que tener fervor. Que se parece mucho al enamoramiento. Es sentir al otro”. Mientras que “Rafael Tello fue el gran descubridor de la identidad católica de esta fe popular. Descubrió y fundamentó teológicamente que eso es fe. No es una cosa más, sino la fe de nuestro pueblo, expresada de distintas formas de lo que yo la expresaría o la otra que te mandan. Por eso es importante preguntar, la humildad y, sobre todo, estar. Es lo que más nos cuesta: estar con la gente, aunque uno no entienda. Es el pueblo el que habla. El tema siempre depende de tu actitud: estás como pastor o como juez. Un tipo que viene a juzgar no es pastor. El pastor viene a amar, a acompañar. Si bien está la catequesis oficial, el pueblo también se autoevangeliza. Es la palabra que se recibió y se inculturó. Por eso solamente estando con ojos y corazón de buen pastor podés entender si es la Palabra de Dios que está o no está. El proceso no es desde la cabeza sino desde el corazón”.
*Extraído de una conversación con Silvia Escandell y Norberto Cartechini.
Publicado en la edición Nº 579 de la revista Ciudad Nueva.