Un notable acercamiento entre ambos géneros se dio a fines de julio de 1956, con motivo de la primera visita de Dizzy Gillespie y su orquesta a Buenos Aires.
El trompetista era un ser que venía a promover buenas relaciones con el público y con los músicos locales, además de sus conciertos previamente pautados desde el Departamento de Estado norteamericano.
Gillespi era un músico muy conocido en otras latitudes, pero no por estos lares. No se había editado ningún disco suyo, y en la Argentina de aquel entonces se escuchaba un jazz mucho más clásico: hot o bop. El bebop aún no había llegado, hasta el arribo de Dizzy. Tan escasa era su fama por aquí, que no pudo alojarse en el City Hotel por ser negro.
Pero como el vertiginoso Dizzy no se rendía fácilmente, resuelve rápidamente el asunto, y junto a sus músicos, todos se van derechito a tocar al Teatro Casino, casi sin cambiarse de ropas, recién arribados. Va durante muchas noches de su estadía al local donde tocaba Osvaldo Fresedo junto a su orquesta, para incursionar en el tango.
A Gillespie le encantó Buenos Aires, disfrutó de sus asados, sus vinos. Descubrió el sabor del mate y hasta se dio el lujo de cabalgar por el centro porteño vestido de gaucho para llegar en su última noche, la del sábado 4 de agosto de 1956, a la boite Rendez Vous, situada en Maipú entre Paraguay y Córdoba.
Allí, junto a Fresedo y su orquesta, zaparon y grabaron: “Vida mía”, “Adiós muchachos”, “Preludio Nº 3” y “Capricho de amor”, acompañados de los bandoneones de la orquesta. Parece que Dizzy sacó de entrada la partitura, que estaba en clave de Sol para piano y había que llevarla a Si bemol, traducción que el trompetista hizo “de una”.
Dizzy Gillespie regresaría a la Argentina en 1961 acompañado por Lalo Schifrin.
Diez años después actuó en con su quinteto en el Teatro Coliseo. Su última visita fue en 1979, tocó en el Estadio de Obras Sanitarias, junto a Hermeto Pascoal.
¡El buen Dizzy era un todo terreno!
Fuentes: