El economista italiano y referente de la EdC Luigino Bruni estuvo en la Argentina y dialogó con Ciudad Nueva.
–¿Cuál es la consistencia en el mundo de la economía social o solidaria, o de la economía civil, de la que vos difundís el mensaje? ¿Por qué a menudo es considerada irrelevante en los círculos académicos?
–Antes que nada la economía civil no es exactamente la economía social. La economía civil no es un nombre nuevo del non-profit (sin fines de lucro) de la economía solidaria. Es un modo de mirar toda la economía. Es una propuesta bastante ambiciosa porque es ver los problemas de la economía social en perspectiva.
Desde hace más de veinte años, con Stefano Zamagni y otros, tratamos de decir que la economía civil es mirar a la economía y comprender si es civil o si es incivil, desde las multinacionales a las pequeñas y medianas empresas. Es cierto que no existe aún una masa crítica, pero si miras lo que sucedió en los últimos veinte años en el mundo, sí hay un poco más de atención en algunos países. Se habla un poco más de ciertas categorías como los bienes relacionales, la reciprocidad, la felicidad. Categorías completamente ausentes hasta hace algunos años.
Y hay más atención hacia estas temáticas porque también el mundo cambió, hay un reclamo de una economía más atenta a la relación, a la calidad, al ambiente. Por lo tanto, un paradigma como es la economía civil, que es un paradigma más de tipo relacional, es más apto en un mundo como el nuestro, más atento a las relaciones, aun si a veces es solo por internet, respecto de la economía de la fábrica del siglo pasado que, en el fondo, se centraba más sobre la cantidad de lo producido que sobre la calidad, en el sentido de cómo se produce. En un mundo post materialista como el nuestro, evidentemente una economía civil que mira las relaciones, los intangibles, los bienes invisibles, puede tener más suceso respecto del siglo XX. Por lo tanto no soy pesimista, tenemos necesidad de talentos, de jóvenes de vocación, de nuevos economistas inteligentes que se pongan a trabajar sobre estas temáticas.
El problema de estas economías distintas, alternativas, es que a menudo atraen a personas no calificadas. Es decir, gente que no hace carrera en la economía normal se pone a hacer economías alternativas. En cambio tendríamos que lograr atraer a los verdaderos talentos, los futuros premios Nobel, gente que es atraída por estas ideas, que tiene vocación.
–¿Cuál es la diferencia sustancial que pone juntos en un mensaje, con distintas voces, al cooperativismo con el microcrédito, con la Economía de Comunión o el comercio justo?
–Las que mencionas son seguramente una idea de mercado como reciprocidad o, como decimos nosotros, mutua asistencia o ventaja mutua. Es decir, si miras el mercado esencialmente como un lugar competitivo, donde dentro de la empresa los trabajadores reciben incentivos, afuera encuentras a un competidor al cual hay que derribar. Esta aproximación no es la que está a la base de esta otra visión, donde el mercado es un network (red) cooperativo. ¿Qué quiere decir esto? Que cuando yo pongo una empresa o quiero desempeñarme en algún oficio y empiezo a trabajar, no me pregunto quiénes son mis competidores que tengo que destruir. Sino me pregunto a quién sirve mi trabajo, quién tiene necesidad de mí. Cuando ves el mercado como un lugar de cooperación, acumulas estas experiencias: microcrédito, cooperación, el nombre mismo “unión”, porque ves más la dimensión cooperativa respecto de la competitiva. El mercado es cooperación, es más un deporte de equipo que vencer al competidor, por lo tanto si yo satisfago mejor las necesidades de los clientes, el competidor saldrá del mercado. Pero no era mi intención, mi intención es cooperar con el cliente.
–¿Qué función debe cumplir el cliente en esta economía de hoy?
–El cliente, antes que nada, tiene que desarrollar la responsabilidad social del consumidor y no la de la empresa. Cuando vas a hacer las compras tienes que ver ese producto, sus propiedades, características. Los productos no tienen solo calorías y azúcar, sino que tienen calorías y azúcar éticos y morales, por lo tanto tienes que elegir los productos en base a tu visión del mundo, y no solo mirar el precio o la calidad objetiva. En el evento que haremos en Roma en noviembre (ver página 8), realizaremos un cash mob ético: iremos a distintos supermercados de la zona, entraremos con una ficha donde pondremos ocho productos de dos marcas diferentes. Cada uno elige uno y cuando sale del supermercado pone esta ficha en una urna. Después se hará el escrutinio para demostrar que nosotros, cuando hacemos las compras, votamos a una empresa. Hay que observar que cada producto tiene su ética, es decir, no es una simple etiqueta. Yo puedo ser más sensible al ambiente, tú más a los trabajadores, al precio. Por lo tanto, crear en los jóvenes la conciencia de que toda compra es un voto, es decir, elegimos todos los días.
Segundo: si el consumidor se siente en una relación con el productor, entonces cuando compra un producto o hace un contrato debe protestar cuando las cosas no van bien. Debe sentirse involucrado, debe decir gracias, debe sentirse un partner. No es un anónimo que compra, sino debe vivir la compra como la experiencia de un equipo, de un grupo de personas que hace algo juntas. Por lo tanto es necesario más feedback. El consumidor debería estar más atento al feedback, tanto positivo como negativo, no solo cuando te enojas, sino sentir que tú estás dentro de un contrato cooperativo, sentir que de estos bienes depende el bienestar de los pobres, de la gente. Por lo tanto la democracia tiene que pasar más por los productos, no solo por el voto político que se hace una vez cada dos años.
–En el fondo se podría decir que no deberíamos tener necesidad de agregar un adjetivo a la economía de mercado, bastaría que fuera entendida correctamente la responsabilidad social en todos los niveles, ambientales, sociales, económico, cultural. ¿Estás de acuerdo?
–Sí. Tal vez en el futuro bastaría decir el mercado, pero hoy donde todavía el mercado es mercado civil es menester decirlo. Yo recuerdo que la WWF (World Wild Life), esa gran organización ambiental, dice en su página web: “Nosotros soñamos un mundo donde no haya más necesidad de la WWF”, porque será ecológico. Por lo tanto yo sueño con un mundo donde no haya más necesidad de la Economía de Comunión (EdC), de la economía civil, pero hasta que no lo sea, la dimensión simbólica es importante, es necesario recordar, decir, escribir, hacer cultura. Es verdad: si el mercado fuera entendido correctamente, ya sería cooperativo. Desde los puertos europeos desde donde partían las naves de guerra en el Medioevo, partían también las naves de los mercantes; mientras en Estambul los turcos combatían con Venecia, los mercantes intercambiaban. La economía tiene una vocación de paz. El mercante es uno que tiene que hacer negocios, no puede hacer la guerra, es uno que por naturaleza desarrolla dotes relacionales, porque es su trabajo. Entonces, el mercado tiene una vocación civil, pero como todos los ámbitos de la vida, es a través del bien y del mal. Será siempre así y tendremos siempre necesidad de alguien que recuerde la familia, la política, la escuela, en su vocación, porque existe en el mundo también el mal, no hay un límite, hay siempre necesidad de conversión. Esto también vale para la economía.
–Se diría que los economistas, como tú, conducen una batalla cultural importante, pero una batalla tiene necesidad de un ejército, de una estrategia y de una táctica, sin transformarse, por eso, en fanáticos belicistas. ¿Cuáles son los nudos estratégicos de esta batalla y quién constituye el ejército que la quiere sostener?
–El primer elemento fundamental son los niños. Nosotros estamos haciendo un gran proyecto con los niños, porque si hoy quieres cambiar la economía, no debes hablar con Donald Trump, debes hablar con los niños de las escuelas primarias, porque es necesario dar un proyecto serio, cambiar los programas formativos, poner en las escuelas la educación al consumo de los bienes. En todas las escuelas enseñar a los niños qué quiere decir hacer las compras, que cuando compran un producto están privilegiando una empresa. Nosotros tenemos que llevar más cultura económica buena a las escuelas. Actualmente se hace con el ambiente, pero es necesario también con la economía. La economía está muy olvidada en la formación y somos víctimas de los poderosos, somos ignorantes. Después, desde el punto de vista estratégico, tenemos que hacer alianzas entre sujetos muy distintos: hoy hay personas, todo el mundo católico por ejemplo, que dice que el 90 % de las vocaciones para una economía justa no están en las iglesias, sino en los derechos humanos, en el ambiente, pero van a buscar a sus aliados en el mundo católico… Tienen que buscar a sus aliados en el mundo no católico. Es decir, hay mucha gente que tiene objetivos comunes, pero no se comprenden porque estamos demasiado ligados a un lenguaje ideológico del novecientos. Por lo tanto es necesario hacer alianzas entre distintos, no entre iguales. Entre distintos que tienen, de algún modo, el bien común.
El tercer punto es estar más presente en los medios, en la televisión, los diarios, la web, tener más atención. No podemos decir “nosotros queremos relaciones verdaderas, las relaciones en Internet son virtuales”, porque la gente usa también eso, por lo tanto se necesita más libertad, estar más presentes en YouTube. Quien quiere cambiar un poco el mundo debe actuar en todos los niveles, debe actuar en los medios, en las redes sociales, debe estar más presente en los lugares de la vida de hoy.
Después, un cuarto punto es el trabajo teórico y cultural. Como decía antes, nosotros no tenemos que dejar de mandar a los jóvenes a estudiar economía, entusiasmar a los mejores para que se acerquen a una disciplina de la que se habían alejado. Los que tenían ideales sociales vieron una economía tan poco social que hicieron otras cosas, estudiaron ciencias políticas, filosofía. Tenemos que entusiasmar a los jóvenes de hoy que tienen vocación social para que estudien economía. Hoy no basta la práctica, es necesaria también la teoría. Desarrollar universidades, network académicos, porque sin una teoría nueva no se hace una economía nueva.
–¿Y qué representa, dentro de esta economía nueva, la Economía de Comunión?
–Para mí la EdC es la profecía de una economía nueva. Porque la economía nueva tiene otra dimensión, la institucional, la más unida a los intereses, a los contratos… La EdC es la dimensión profética de un movimiento de economía nuevo. Por lo tanto tiene que permanecer así, no tiene que bajar los estándares, debe recordarse que los pobres son importantes, las ganancias (cuando las tienes) tienen que ser puestas en comunión, estas grandes intuiciones de Chiara Lubich que tienen dimensión mundial. La EdC es un network mundial, hay que recordar que el mundo es uno. Por lo tanto tener una mirada siempre internacional y no solo local. En esta elección, cuando tú pones en comunión las ganancias, estás destruyendo el gran ídolo del consumismo que es la ganancia. La EdC sirve a todo el movimiento de la economía civil y social si es fiel a la profecía. Si en cambio, para hacerse comprender, se hace más simple, reduce la profecía, como la sal que pierde el sabor ya no sirve para nada. Por eso es la dimensión profética del movimiento de la economía civil, de la economía social. No es la única, pero es una de las dimensiones.
*Colaboró en la entrevista Santiago Durante.
Nota: la presente entrevista fue publicada en la edición Nº 601 de la revista Ciudad Nueva