SUBE la fraternidad

SUBE la fraternidad

Historias cotidianas

Subir al bondi para ir a la oficina, al trabajo, a la facultad, al cole o donde sea, es casi un acto reflejo. Si uno suele tener una rutina, es probable que conozcamos, al menos de vista, a algunos de los que esperan el mismo colectivo. Acto seguido están las miradas, la impaciencia cuando el ómnibus se retrasa o las infinitas consultas al telefonito para matar la espera.

Algo ha cambiado en la práctica del manejo. Muchas líneas han renovado varias de sus unidades. Hace mucho que no subo a un colectivo con cambios manuales. ¡Hasta he dado con alguna unidad eléctrica! Es notable cómo la irrupción y el afianzamiento a la tarjeta SUBE y la máquina lectora, han mejorado el trato:

  • Hola, hasta 9 de julio y Avenida de Mayo por favor (o donde fuere).

Me pregunto cómo harían los magos del volante, hasta unos años ha, cuando debían cortar boleto, cobrar, dar vuelto, atender a los pasajeros, ah! y manejar… Se percibe una pequeña gran mejoría en el viaje.

¿Y nosotros los pasajeros? Creo que también hubo un cambio que daré en llamar positivo.

Hay más tiempo libre a bordo del medio de transporte. A veces contamos con alguna pantalla dentro del coche, que suele emitir interesante contenido, como el de  www.mediabus.tv

¿Y la relación entre las personas? Es materia opinable, pero infinidad de veces percibí ciertos gestos que me dejaron regulando. ¿Acaso, usted no presenció alguna vez un episodio como este?:

Sube pasajero, que se acerca a pagar su boleto, pero su tarjeta ya no tiene más fondos para pagar. ¿Cuántos deben descender del coche? Creo que pocos. Infinidad de veces, el chofer los hace pasar, y la mayoría de las veces, otro pasajero le presta su SUBE.

El caso de hoy fue de esos donde el beneficiado quiere pagar con efectivo, pero el dueño de la tarjeta se niega: “No por favor, dejalo para otra vez” No me explico del todo cómo funciona la lógica, pero doy fe que estos pequeños grandes actos nos abren la jornada a un día mejor y ratifican aquello que nos propone Jorge Drexler:

“Cada uno da lo que recibe, luego recibe lo que da.
Nada es más simple, no hay otra norma: nada se pierde, todo se transforma.”

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