“Soy mujer, soy monja y me dedico a la economía”

“Soy mujer, soy monja y me dedico a la economía”

En diálogo con Alessandra Smerilli, convencida de que la economía debe encontrar su alma.

«Occidente ha reducido la pobreza. La globalización liderada por Europa y Estados Unidos ha creado las condiciones que han permitido el crecimiento económico de zonas enteras del mundo. Pero ahora Occidente debe disminuir las desigualdades. Los oligopolios económicos y rentistas, tecnológicos y culturales, han aumentado la concentración de recursos, poder e influencia en manos de unas pocas estructuras y de unas pocas personas».

Sor Alessandra Smerilli es una de las economistas más escuchadas por la CEI – los obispos italianos reunidos en la Conferencia Episcopal Italiana – y por el Vaticano en tiempos de Bergoglio. Estamos en Roma. En el restaurante Sanacafé, en el barrio de Prati, a un cuarto de hora andando de la Via de la Conciliazione donde se encuentra el Pontificio Consejo de la Cultura (Sor Alessandra forma parte de la Consulta Femenina) y a cinco minutos de la Universidad Lumsa, donde, una vez acabada nuestra comida, dirigirá un experimento basado en la teoría de juegos cuyo objetivo es comprender si existen diferencias sustanciales entre los comportamientos económicos de religiosos y laicos.

Hoy Sor Alessandra no lleva velo. Lleva un jersey azul y una camisa blanca con cuello azul con el rosario por encima. Tiene el pelo corto y la cara redonda, gafas y un Swatch verde y marrón en la muñeca («Me lo han regalado unos amigos suizos»). Muestra una simpatía espontánea y una propensión natural a transformar la sonrisa en risa. Se afana con las mismas cosas de todos. «Quien piense que la vida de una monja es reposada pensando en la vida contemplativa, no sabe lo cansada y absorbente que puede ser la vida activa». Sobre este tema escribió en 2013 un libro, no falto de auto ironía, para editorial Città Nuova, titulado precisamente “Monjas” (Suore).

«El Papa Bergoglio – dice – ha expresado en su encíclica Laudato Si’ un mensaje profético que dice que todo está conectado: la ecología y la economía, el trabajo y la espiritualidad. Está en continuidad con la Caritas in Veritate del Papa Ratzinger. La cuestión no es que haya más o menos mercado. El quid de la cuestión está en la naturaleza del mercado y en su declinación real en las distintas fases históricas. El Papa Ratzinger exploró el tema crucial de la vocación del mercado, definiéndolo como institución, cuando hay una confianza generalizada que permite el encuentro entre personas. Los pontífices no son economistas. Los pontífices son pastores que declaran su visión del mundo y manifiestan sus preocupaciones. Como ha hecho el Papa Bergoglio en la Evangelii Gaudium, ante algunas formas inaceptables de la realidad del mercado, con ese concepto tan fuerte del “no a una economía que mata”, que es la economía de las desigualdades, y el sí, cito sus palabras, “a la economía que hace vivir, porque comparte, incluye a los pobres y usa los beneficios para crear comunión”».

En el Sanacafé, un local de sabor internacional, que no tiene el aspecto de hostería típica de los años ochenta que perdura en los locales más pretenciosos y frecuentados de Roma, la cocina es biológica y las mesas corridas, lo que permite comer con los propios comensales al lado de desconocidos. El marketing y la comunicación se funden en una idea comunitaria de la gastronomía y en una perspectiva sana pero no penitencial de la comida.

Antes de leer el menú, Sor Alessandra se extiende en las diferentes declinaciones de la desigualdad. Hay desigualdades económicas, pero también desigualdad entre hombre y mujer. También en la Iglesia. «En la Iglesia hay poco espacio para las mujeres a nivel de estructura y de jerarquía. El Papa Francisco está haciendo mucho para aumentar este espacio. La diversidad de miradas garantiza decisiones más universales». El tema de las desigualdades es el eje del pensamiento y de las actividades de esta monja del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora – Salesianas de Don Bosco, que se crió en Los Abruzos, cursó el Bachillerato científico en el Instituto Raffaele Mattioli de Vasto, es hija de una peluquera (Lucia) y de un trabajador de la empresa Magneti Marelli (Nicola) ya jubilado y tiene un hermano llamado Giuseppe, chef en Ningbo, a 300 kilómetros de Shanghai, que aparece con frecuencia en la televisión china enseñando a cocinar el pan y la pasta.

Del 13 al 16 de marzo, Sor Alessandra estará en el seminario de Treviso organizado por la pastoral social de la CEI sobre “Jóvenes, trabajo y sostenibilidad”. Será la encargada de coordinar un taller sobre jóvenes y trabajo. El pasado mes de octubre, el Papa Francisco la nombró auditora en el Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, donde presentó una ponencia. En aquella ocasión, Sor Alessandra acababa de decir en rueda de prensa que «la economía y la ecología tienen la misma raíz y que no se puede escuchar el grito de los pobres – y de los jóvenes entre los pobres – sin escuchar el grito de la tierra, porque son el mismo grito», cuando su cuenta de twitter fue objeto de los trolls: «Fue pesado, pero se trató de un episodio aislado».

Sor Alessandra, a finales de febrero, ha expuesto en el Vaticano una ponencia sobre ecología, economía y política en un seminario en preparación del sínodo sobre la Amazonia, que tendrá lugar en octubre. Amazonia, Sudamérica. Uno de los corazones emotivos y culturales del pontificado de Bergoglio. Pero también una de las metáforas – entre propósitos, acción política y decisiones individuales – del pensamiento económico del Santo Padre, «que ha sido muy bien acogido por expertos como, por ejemplo, Jeffrey Sachs, Paul Krugman, Joseph Stiglitz o Partha Dasgupta, pero a los católicos les cuesta hacerlo suyo de manera convencida y profunda; no hay más que pensar en la escasa aplicación práctica, en los comportamientos diarios, de la ecología integral. Es importante, por ejemplo, recordar las palabras del Papa Francisco en la Laudato Si’ sobre la responsabilidad social de los consumidores: “Comprar es siempre un acto moral, además de económico”. Por eso “el tema de la degradación del medio ambiente implica los comportamientos de cada uno de nosotros”». Sor Alessandra lo dice mientras empezamos a comer, ella una ensalada verde con espinacas e hinojo y yo unas albóndigas de berenjena.

El tema evangélico de la visión de la economía dentro de la misión de la Iglesia se cruza con el perfil cultural de la investigación económica. Existe una relación entre el magisterio eclesial y la crítica a los métodos clásicos de la construcción del pensamiento de la economía y sobre la economía. Sor Alessandra tiene dos doctorados de investigación (el primero en La Sapienza de Roma y el segundo en la University of East Anglia de Norwich), es profesora titular en el Auxilium (la única universidad pontificia en manos de mujeres) y profesora visitante en la University of Pennsylvania. «Hay algunos fundamentos culturales de la economía que no convencen. Me refiero en primer lugar a la idea de que la economía es como la física, regulada por leyes naturales, casi como una ciencia exacta. Esto incluye al principio de racionalidad, según el cual los operadores económicos toman sus decisiones siempre de manera racional. O al concepto de equilibrio óptimo en la asignación de recursos que se deriva de él. Es interesante señalar que la idea según la cual es sujeto no es una persona, sino una mónada que piensa en sí misma y es oportunista, no solo se encuentra en la base de la teoría económica clásica, sino que es lo que se enseña a los alumnos, condicionando su cultura y plasmando su visión del mundo».

La duda de fondo sobre la construcción del pensamiento económico nació en Sor Alessandra en el tercer curso de la carrera. Habla de ello como de una verdadera iluminación cultural, mientras pasamos al segundo plato: ella calamares crujientes y yo un rollo de lubina. «En ese momento conocí la economía de comunión de Chiara Lubich, la fundadora del Movimiento de los Focolares, y la economía civil, estudiada por Stefano Zamagni y Luigino Bruni. El doctorado italiano tuvo como tema la we rationality, la racionalidad del nosotros. El doctorado inglés versó sobre la community of advantage, la ventaja de la dimensión comunitaria. En Norwich trabajé con Robert Sugden, que, siguiendo el surco de la tradición de Hume, Mill y Hayek, ha desarrollado una nueva concepción de la economía comportamental, uniendo experimentos y teoría de juegos, con la perspectiva de hacer dialogar la ciencia económica y la filosofía moral. La búsqueda de una alternativa cultural o, mejor dicho, de una crítica al método antes que a los contenidos, hoy es menos minoritaria que antes. Aunque el mainstream, la corriente principal y dominante, no deja de ser el mainstream. La gran roca inalterable, en una concepción providencialista del mercado, ha sido durante mucho tiempo la Escuela de Chicago».

Quizá sea casualidad, pero la primera – y la única – mujer que ha obtenido el Nobel en Economía – Elinor Ostrom – se dedicó a estudiar los bienes comunes. Mientras caemos en la tentación y dividimos en dos un trozo de tarta de chocolate, Sor Alessandra cuenta cómo comenzó todo: «Mi vocación a la economía nace dentro de un camino de obediencia. Yo pensaba matricularme en psicología o en ciencias de la educación, para trabajar con los muchachos de las periferias. Mi madre superiora, Vera Vorlova, una checa con visión de futuro, me pidió que pensara en la facultad de economía, porque, en su opinión, la economía sería cada vez más importante. Nunca se me había pasado por la cabeza. Al principio me sentí perdida. Pero después me fie y confié. Dije que sí, aclarando que si estaba pensando en encomendarme tareas de gestión no prometía nada, dado que no tengo mucho espíritu práctico. Y aquí estoy».

Aquí está: «Soy mujer, soy monja y me dedico a la economía. Más lejos del mainstream, imposible», sonríe.

Original italiano publicado en Il Sole24ore el 10/03/2019

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