Ciencia y Religión – Hostias que sangran y luego se transforman en carne humana; vino que se convierte en sangre; imágenes que lloran o exudan. Entrevista al neurocientífico boliviano Ricardo Castañón Gómez, estudioso, por pedido del Papa Francisco, de los fenómenos sobrenaturales acaecidos en Buenos Aires.
Cuando a principios de 1990, el doctor en Psicología Clínica y especialista en Neurociencias Ricardo Castañón Gómez (69) llegó a La Paz, Bolivia, para analizar la imagen de un Cristo que exudaba un líquido cristalino, ignoraba que con el paso de los años se erigiría en un prestigioso especialista en el estudio de los signos eucarísticos y, sobre todo, que se convertiría al cristianismo ubicándose en el comprimido universo de los científicos religiosos.
Discípulo de la Premio Nobel de Medicina Rita Levi Montalcini y formado en el existencialismo ateo de Jean Paul Sartre, abrazó el catolicismo a los 44 años de edad, luego de “comprobar científicamente“, como refiere, de que Dios está vivo en la eucaristía: “Los signos eucarísticos sirven para demostrar que el poder del Espíritu Santo se manifiesta. Son acontecimientos especiales que no se pueden explicar naturalmente”.
Castañón Gómez, quien vivió en Italia, Francia, Bélgica y Alemania, explica sus primeros estudios: “En 1992 llegué a Bolivia, mi país natal, para analizar la imagen de un Cristo que tenía efusiones. Lo hice para saber si había alguna influencia psíquica, ya que era ateo. Demostré que ese Cristo lloraba lágrimas cristalinas y eso me hizo dudar de mi ateísmo. Luego, analicé en Cochabamba otra imagen de yeso de 33 centímetros de un Cristo que exudaba sangre. Encontramos una especie de costra en la frente y debajo de ella había piel humana y una espinilla. El estudio molecular realizado en Australia reveló que la espina es típica de un país árido como Palestina”.
El papa Francisco y su vinculación con los Signos Eucarísticos de Buenos Aires
En 1999, el neurocientífico boliviano recibió una carta del entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, actual papa Francisco, para que estudiara unos casos extraños en la parroquia Santa María: “Cuando llegué a Buenos Aires me encontré con dos hostias que habían sangrado. Una de ellas lo había hecho en 1992 y su forma era como una masa gelatinosa; la otra, convertida en una costra seca, había sangrado en 1996. Tomé muestras y las analicé en un laboratorio de California. Allí, me informaron que se trataba de músculo del corazón. La hostia de 1996 la estudió también el prestigioso médico forense norteamericano Frederick Zugibe, quien nos explicó que por las lesiones que presentaba la muestra, el paciente debió haber sufrido mucho antes de morir. Además, no podía explicarse cómo palpitaba, estaba viva, tenía los glóbulos blancos intactos. Él no sabía que se trataba de una hostia que había sangrado años antes. Imagínense su reacción cuando le dijimos”.
El padre Alejandro Pezet, párroco de Santa María por aquel entonces, narra lo sucedido: “El 18 de agosto de 1996, al finalizar la misa, se me acercó una señora y me dijo que había una hostia en un altar lateral de la parroquia. La fui a buscar y como estaba muy sucia la puse en un recipiente de vidrio con agua. Luego, la guardé en el sagrario. Ocho días más tarde, la señora, que era una laica consagrada y ministro de la eucaristía, me dijo que me fijara porque para ella había algo raro. Cuando abrí el recipiente, observé que la hostia era como un pan mojado, pero con un color rojizo intenso, como un coágulo de sangre, con hongos arriba. La llevé a la casa parroquial y la guardé en un sagrario”.
El primero de los signos eucarísticos de Buenos Aires había tenido lugar cuatro años antes. El 1 de mayo de 1992, un ministro de la eucaristía, al hacer la reserva del Santísimo Sacramento, observó dos trozos de hostias sobre el corporal del sagrario. Por orden del sacerdote, fueron colocadas en agua para que se disolvieran, siguiendo el protocolo de la Iglesia Católica. Días más tarde observaron que tenían un color rojizo. También se evidenciaron, durante esos días, gotitas de sangre en las patenas donde se distribuía la comunión.
En julio de 1994, en la misma parroquia, cuando un ministro de la eucaristía destapó el copón del sagrario, observó gotitas de sangre que se deslizaban por la pared: “Cuando llegué a la parroquia en 1994, el sacerdote anterior me avisó que algo había pasado dos años antes pero que era secreto y que estaba en manos de la curia. En julio, yo estaba en la sacristía cuando el padre que estaba celebrando la misa entró y mostró el copón con una gotita roja”, explica Pezet, testigo directo de los dos últimos signos eucarísticos de Buenos Aires.
-Usted analiza distintos fenómenos sobrenaturales: ¿Cómo es el proceso?
– Primero espero que la solicitud provenga de la autoridad de la Iglesia. Debo tener alguna referencia de que el caso tiene seriedad. Si me parece plausible la versión del sacerdote, visito el lugar y entrevisto a las personas relacionadas con el caso. Si debo analizar una imagen, debo preparar el ámbito y quedarme hasta que yo obtengo aquello que se llama “brote”, es decir, el instante en el que la imagen registra la efusión. Luego busco laboratorios de prestigio y pago sus servicios. La metodología es blind, a ciegas; el que analiza, no conoce el origen de la muestra.
Algunos signos en otras partes del mundo
Los signos eucarísticos son acontecimientos especiales y extraordinarios que no se pueden explicar naturalmente, es decir, mediante las leyes de la física y de la química.
Según Castañón Gómez, los signos demuestran que Dios mantiene su palabra: “En el evangelio de san Juan, Jesús dice: ‘El pan que yo les daré es mi carne’. Y eso es lo que se encuentra cuando se analizan estos casos”.
En el siglo Vlll, en Lanciano, Italia, en el Monasterio de San Longino, un monje que dudaba de la presencia real de Jesús en la eucaristía fue testigo de un fenómeno sobrenatural. Al momento de la consagración, el vino coaguló en cinco glóbulos de sangre y el pan se transformó en un trozo de carne.
Estudios científicos realizados en 1971 confirmaron que la sangre hallada es del tipo AB y que la carne es tejido cardiaco humano. El vino convertido en cinco glóbulos irregulares tiene la particularidad de pesar 15,18 gramos, sea que se los pese todos juntos o en cualquier combinación. Este es el primer milagro eucarístico determinado por la Iglesia Católica.
En el siglo Xlll, en Orvieto, Italia, un sacerdote que dudaba de la transustanciación peregrinó hasta Roma para pedir ante la tumba de san Pedro que aumentara su fe. Al volver, mientras celebraba una misa, la hostia sangró hasta llenar el corporal. En honor a este signo, la iglesia instituyó la Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
En Siena en 1330, un sacerdote que había perdido devoción por la eucaristía y que celebraba rutinariamente la misa fue testigo de otro fenómeno similar. Al momento de ir a llevarle la hostia a un enfermo que lo había convocado, la retiró del tabernáculo y la colocó entre las páginas de un breviario, el cual llevó debajo de su axila. Al llegar al destino, descubrió que la hostia había sangrado y que permanecía adherida al libro. Hoy, la evidencia de aquel milagro permanece en resguardo en la Basílica de Cascia.
“Los signos aparecen cuando hay dudas de fe o la eucaristía está siendo maltratada”, aclara Castañón Gómez, aunque su visión no es compartida por el padre Alejandro Pezet, quien explica que en Buenos Aires no se daba ninguna de esas características al momento de los acontecimientos. Mientras tanto, en Venezuela, México y Corea, entre otros países, siguen dándose este tipo de fenómenos.
“Los análisis de las muestras obtenidas en Buenos Aires concluyeron en 2005. Logramos demostrar que había presencia de glóbulos blancos intactos, lo que implica que el tejido, que era parte del miocardio ventrículo izquierdo, estaba vivo. La sangre hallada era del tipo AB y había ADN humano. Lo mismo que los resultados de Lanciano. Se trata de la misma persona: Jesús está vivo en la eucaristía”, explica Castañón Gómez.
La premura es la antítesis a la forma en que la Iglesia Católica maneja los tiempos para analizar y divulgar los distintos signos. El trabajo sigiloso y transparente de varios años, no solo intenta evitar la aparición de numerosos embusteros sino que también realza el candor y la importancia del sacramento eucarístico en la vida cristiana. Por ello, los estudios de Castañón Gómez se repiten durante tres veces y se concretan en los mejores laboratorios del mundo. Pero, como afirma el neurocientífico, para creer hay que estar predispuesto a ello ·
¿Quién es Ricardo Castañón Gómez?
Nacido en Bolivia. Doctor en Psicología clínica especializado en neurociencias.
Autor de 13 libros y más de 400 textos de investigación.
Recibió propuestas de la cadena FOX para realizar una película sobre sus investigaciones.
Fundador de la Organización Internacional por la Paz con presencia en 13 países. Conferencista reconocido internacionalmente por sus trabajos vinculados con la ciencia y la religión.
Nota: Artículo publicado en la edición Nº 604 de la revista Ciudad Nueva.