Putin y Erdogan establecen una zona desmilitarizada y ofrecen a los yihadistas una vía escape para deponer las armas en lugar de ser barridos militarmente.
Rusia y Turquía han alcanzado un nuevo acuerdo sobre la situación de Siria. Vladimir Putin y Recep Tayyip Erdogan en concreto han acordado sobre la ofensiva que las fuerzas armadas de Damasco estaban preparando para liberar la provincia de Idlib, donde se han concentrado varias decenas de miles de milicianos islamistas, la gran parte extranjeros y vinculados con Al Qaeda y organizaciones afines, una parte más pequeña está compuesta por rebeldes sirios que se oponen al Gobierno.
Durante un encuentro bilateral en Sochi (Rusia), los dos presidentes han creado una franja desmilitarizada alrededor de Idlib. Moscú había comenzado a protestar por la ocupación turca en territorio sirio, precisamente en la mencionada provincia que limita con Turquía.
En Sochi, Putin y Erdogan firmaron una serie de acuerdos de cooperación económica sobre la construcción del gasoducto Turkish Stream y la central nuclear civil turca de Akkuyu, acuerdos importantes para Ankara, ante la crisis económica severa que vive el país.
En cuanto a la zona ocupada actualmente en Siria por los yihadistas y por el ejército turco –zona que corresponde más o menos a los límites de la provincia siria de Idlib–, Rusia y Turquía acordaron ofrecer una nueva posibilidad a la “oposición armada siria” para que se separe de los yihadistas, considerados terroristas y en gran parte provenientes del exterior. Se trata de un tipo de acuerdos ya aplicados en otros escenarios. Como en el caso de los acuerdos pactados con Estados Unidos y Turquía, pero que no han dado como resultado la separación de los grupos más radicalizados que practican el terrorismo. En otros casos, acuerdos similares han permitido liberar áreas como la Ghoutha, cercana a Damasco. Esos acuerdos han permitido comprobar que, en realidad, los yihadistas y los rebeldes supuestamente “moderados” son en realidad los mismos individuos, más mercenarios que militantes. A lo largo de los 7 años de conflicto, la gran mayoría de esos individuos han sido miembros de diferentes grupos, pasando frecuentemente de uno a otro, en función de las oportunidades económicas que se les ofrecían.
El Gobierno del presidente Bachar al Assad, a su vez, ha considerado prudente posponer la liberación de Idlib hasta después de las elecciones legislativas estadounidenses del 6 de noviembre, ante la posibilidad de un falso ataque químico británico cuya denuncia, siguiendo modalidades ya utilizadas incluso en tiempos recientes, el último fue en abril pasado, podría inducir al Reino Unido forzar el presidente Donald Trump a atacar Siria en medio de la campaña electoral. No es menor el tema de que un acuerdo permite evitar derramar más sangre, en especial de civiles inocentes.
Putin ha negociado con habilidad con Erdogan, quien todavía recuerda que en el intento de golpe de Estado contra él estaban implicados los Estados Unidos. La economía turca depende mucho de Moscú, entre otras razones por la gran afluencia de turistas rusos, que rápidamente pueden volatilizarse si así lo dispone su gobierno. Con más de dos millones de refugiados sirios en el país, Turquía se aleja un poco más de la OTAN y se acerca un poco más a Rusia. Los dos países vigilarán la separación de grupos “moderados” de los yihadistas más radicalizados, cooperando para despejar la provincia de Idlib de la acción de los violentos, cuya alternativa, más adelante, será ser barridos por los sirios y sus aliados. Assad, lo ha declarado, no está dispuesto a aceptar una partición del país. Que eso ocurra a través de acuerdos en lugar de la acción militar, es sin duda preferible.