¡Santo arranque!

¡Santo arranque!

Los santos no vienen solitos, marchan en grupo. Viven la fe colectiva, esa dimensión tan esquiva, manifestada en el madero horizontal de la Cruz.

¿Tenemos una somera idea sobre cuántos serán?
A primera vista podríamos calcular que debe haber uno para cada día.
¿Serán entre 360 y 400, como para llenar los días del calendario y tener algunos “repetidos”?

Leemos en el Apocalipsis,  “Los santos nos hacen pensar en una inmensa multitud, que nadie puede contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas” (Ap 7, 9)

Cercanía

Claro, “pero eso no es para nosotros”. Los imaginamos como seres perfectos, impolutos, sin manchas, ni errores. Vaya, vaya, otro lugar común. Francisco en su encíclica Gaudete et exsultate nos comenta: “Los santos no son héroes, sino gente común que, en su debilidad, imitan a Jesús al dar sus vidas, por la gracia de Dios. Es el amor el que tiene el poder de transformar a cualquier hombre y hacerlo santo”. ¡Son seres de carne y hueso!

El escritor francés Ernest Hello nacido el 4 de noviembre de 1828, afirmaba: “Hubo muchos entre ellos que recibieron un nombre oficial singular: los Santos ..Piensen en ustedes mismos .. Piensen en lo que debe pasar para que una persona sea santa. Sin embargo, sucede.
El mundo sobrenatural, como el mundo natural, contiene unidad en la variedad y este es el significado de la palabra Universo. Los santos varían en inteligencia, actitud, vocación. Tienen diferentes dones y diferentes gracias. Sin embargo, una similitud invisible se encuentra en el fondo de la gran diversidad. Todos llevan el mismo signo: el signo del mismo Dios. Sus vidas, todas prodigiosamente diferentes entre sí, contienen la misma enseñanza en idiomas muy diferentes. En su variedad nunca son contradictorios. Todos están vinculados a la historia, mezclados con sus innumerables complicaciones”.

Vocación universal

El Papa Francisco recuerda el camino y el llamado inclusivo “… todos estamos llamados a la santidad. Los Santos y Santas de todos los tiempos, que celebramos juntos, no son simplemente símbolos, seres humanos lejanos e inalcanzables. Por el contrario, son personas que han vivido con los pies en la tierra; han experimentado el trabajo diario de la existencia con sus éxitos y fracasos, encontrando en el Señor la fuerza para levantarse siempre y continuar en el camino. A partir de esto podemos entender que la santidad es una meta que no puede ser alcanzada por las propias fuerzas, sino que es el fruto de la gracia de Dios y nuestra libre respuesta a ella. Así pues, la santidad es un don y una llamada… es una vocación común a todos los cristianos, a los discípulos de Cristo; es el camino de la plenitud que todo cristiano está llamado a seguir en la fe, avanzando hacia la meta final: la comunión definitiva con Dios en la vida eterna.

La santidad se convierte así en una respuesta al don de Dios, porque se manifiesta como una asunción de responsabilidad. En esta perspectiva, es importante comprometerse diariamente a la santificación en las condiciones, deberes y circunstancias de nuestra vida, buscando vivir todo con amor, con caridad” (Ángelus, 1 de noviembre de 2019).

Santos “sólo conocidos por nos” 

Amplia el Obispo de Roma: “Los santos respiran como todos, el aire contaminado por el mal que hay en el mundo, pero en el camino no pierden nunca de vista el camino de Jesús, el indicado en las Bienaventuranzas, que son como el mapa de la vida cristiana.

El 1º de noviembre es la fiesta de los que han alcanzado la meta indicada en este mapa. No sólo los santos del calendario, sino muchos hermanos y hermanas “de al lado”, a los que quizás hayamos encontrado y conocido. Es una fiesta familiar, de mucha gente sencilla y oculta que en realidad ayuda a Dios a sacar adelante al mundo”. (Angelus, 1 de noviembre de 2017).

Camino

Convertirse en santos es posible siguiendo la gran regla que Jesús nos dejó y que encontramos en el Evangelio de Mateo, “Si buscamos esa santidad que es agradable a los ojos de Dios, en este texto encontramos precisamente una regla de comportamiento por la cual seremos juzgados: Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me acogisteis, desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, estuve en la cárcel y vinisteis a visitarme (Mt 25, 35-36)… Ser santo no significa vivir en un supuesto éxtasis. En esta llamada a reconocerlo en los pobres y en el sufrimiento se revela el corazón mismo de Cristo, sus sentimientos y sus opciones más profundas, a las que todo santo trata de conformarse” (GE 95-96).

Vínculo entre todos los santos y los difuntos

No parece casual que la fiesta de Todos los Santos preceda un día a la fiesta de los muertos y la razón es explicada por el Papa Benedicto emérito: “Por esta razón es muy significativo y apropiado que después de la fiesta de Todos los Santos, la Liturgia nos haga celebrar luego la Conmemoración de todos los fieles que han muerto. La “comunión de los santos”, que profesamos en el Credo, es una realidad que se construye aquí abajo, pero que se manifestará plenamente cuando veamos a Dios “tal como es”. (1Jv 3.2). Es la realidad de una familia unida por profundos lazos de solidaridad espiritual, que une a los fieles fallecidos con los peregrinos del mundo.

Los santos adoran la música, no en vano comparten el mes de su fiesta con santa Cecilia. Agregamos que muchos de ellos tienen swing, por eso convocamos a un fenomenal artista chaqueño para seguir marchando…

Fuente: https://www.vaticannews.va/es/vaticano/news/2020-11/solemnidad-de-todos-los-santos-reflexion.html

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