Luego del duro enfrentamiento de estos meses, que llegó al derribo de un avión militar ruso por los turcos, los presidentes Putin y Erdogan se reúnen hoy en San Petersburgo.
Saber qué se dirán hoy en San Petersburgo el presidente ruso, Vladimir Putin, y su par turco, Recep Tayyip Erdogan, no es dado saberlo. En todo caso comprenderemos algo sucesivamente, según cómo se moverán los dos Jefes de Estado.
El encuentro entre los dos líderes sucede a un enfrentamiento entre los dos países que, en los últimos meses, alcanzó un nivel de ruptura pese al buen entendimiento entre los dos presidentes a lo largo de una década. Uno de los puntos en discordia es el rol de Turquía en el conflicto en Siria. La desestabilización de ese país acerca a las fronteras rusas al movimiento yihadista que podría “contagiar” a los islamistas de Rusia. De ahí la crítica rusa al rol turco en el conflicto. La intervención de Moscú con bombardeos, que han puesto en evidencia la blanda lucha contra el Isis llevada a cabo por la coalición guiada por los Estados Unidos, confirmó que Putin está siempre dispuesto a pasar de las palabras a los hechos. El otro punto en cuestión, más general, es la inserción de Turquía en la OTAN, a mitad de camino entre las buenas relaciones con Moscú y rivalizar en lo militar. ¿De qué lado estará entonces Erdogan?
El derribo de un avión ruso de combate por Turquía, supuestamente por haber violado el espacio aéreo, fue la manzana de la discordia que culminó en un embargo económico aplicado por Putin, y que ha dañado severamente la economía turca (este año viajó apenas el 10% de los 4 millones de turistas rusos que anualmente visitan Turquía). El otro golpe duro fue la publicación de las imágenes que mostraban filas kilométricas de camiones cisterna que contrabandeaban el petróleo que el Isis roba a Siria, y que pasaba por territorio turco. Se estima que más de 2.500 camiones cisterna fueron destruidos por los misiles rusos. Lo que confirmó la presencia de muchos esqueletos en el placar de casa Erdogan.
Sin embargo, ninguno de los dos países ha quemado naves en la relación bilateral. Durante el reciente intento de golpe en Turquía, mientras que Europa titubeaba, Moscú ofreció respaldo. Este encuentro en San Petersburgo tiene mucho sabor a reconciliación, al menos formal. En una voltereta política de 180 grados, los pilotos que derribaron el avión ruso, celebrados en su momento como héroes, hoy están bajo arresto acusados de haber orquestado un incidente.
Es muy posible que Putin pida a su colega cortar los lazos con los grupos terroristas en Siria. Difícilmente eso será posible en el corto plazo. El juego en el que ha entrado Turquía la ha transformado en una base de terroristas que podrían golpear en cualquier momento. La invocación de la pena de muerte por Erdogan, posiblemente, responda a la convicción de que podría estar sometida a una secuela de atentados. Una Turquía inestable sería una mala noticia para Moscú, como lo sería también para Europa, asombrosamente ausente en las jugadas de un tablero que la afecta en modo directo.
Por cierto, ante este panorama el principal anhelo es el de la paz y el fin de los conflictos. Pero no parece ser éste el principal objetivo de los líderes que entran en el juego. O lo es, pero supeditado a la conservación del poder económico y militar en las respectivas áreas de influencia. En este contexto, que Rusia y Turquía superen sus diferencias será una buena noticia, en medio de un panorama que sigue sombrío.