El clásico entre Newell’s y Rosario Central por los cuartos de final de la Copa Argentina se disputará sin público y en la cancha de Lanús, en la provincia de Buenos Aires.
Una vez más Rosario se quedó sin fiesta. Es conocida la profunda rivalidad con la que se vive el partido de fútbol más importante de la ciudad. Ya hace tiempo que los violentos se han adueñado de lo que debería ser un espectáculo para toda la familia. Claro que la ciudad santafesina no está al margen de lo que ocurre en buena parte del país, donde los clásicos futboleros ya han perdido el sano folklore y han dejado de disfrutar del colorido de ambas parcialidades.
No obstante, lo que ocurre en Rosario ya es parte de una historia que parece tener demasiado lejos un desenlace armonioso y acorde a lo que se supone es una organización de un deporte de elite.
Los partidos de Copa Argentina se juegan en cancha neutral y por eso no bien se supo que ambos rosarinos se cruzarían en la llave comenzaron a buscarse posibles soluciones para poder llevar a cabo el encuentro con ambas parcialidades, algo que ya no sucede en los choques por la Superliga.
Pero allí comenzaron las mezquindades. Los dirigentes de los clubes no se ponían de acuerdo con la fecha y no querían ceder en nada para no ser apuntados por los socios de sus clubes. La posibilidad de trasladar el partido a la ciudad de Santa Fe y la opción de sortear la localía para que el partido no saliera de Rosario enfrentó esta vez posturas políticas y de seguridad. ¿Quién asumiría los costos de una violencia siempre latente? Si bien la intendente de Rosario, Mónica Fein, sostuvo que el clásico debía jugarse en la ciudad, su intención chocó con la postura del gobernador provincial, Miguel Lifchitz, se quien se refirió a que estos pasos son desafíos que se tienen que dar de manera gradual.
Hubo idas y venidas, muchas vueltas, intereses en juego y mucho miedo, a lo que los violentos puedan hacer y a las consecuencias que cada actor, político y deportivo, debiera asumir.
Así, se confirmó que el clásico se jugará el miércoles 24 de octubre en la cancha de Lanús, a puertas cerradas y sin público. Otra vez ganó el miedo y la violencia. Esta vez Fito no tuvo razón: Rosario siempre estuvo lejos.