Rojos y lobos: goleadores veloces

Rojos y lobos: goleadores veloces

Si el 18 de marzo cae en domingo, los goles se hacen rapidito…

1973

Pruebas al canto, nos vamos a ese día de aquel año. Lugar: estadio del Rojo de Avellaneda. Era la tercera fecha del Metropolitano, Independiente recibe a Gimnasia de La Plata. Pavoni abría el marcador para el rojo. Acto seguido, el delantero Enrique Maglioni convirtió 3 goles en apenas 1 minuto y 51 segundos, un récord mundial jamás igualado por ningún futbolista del planeta.

“En el primero, la quise poner en el primer palo y la clavé en el otro. En el segundo, Pavoni me puso una pelota para dejarme mano a mano con el arquero y anoté. Y en el tercero, Montero Castillo hizo una gran jugada y me la dio para clavarla”, así de simple, e incluso aceptando su suerte, relata Eduardo algo que leyéndolo parece sencillo, pero es tan difícil de hacer que le valió entrar al famoso Guinness de los récords y permanece intacto.
¿Quién se anima a hacer tantas conquistas en menos de dos minutos?

1979

Carlos “Dante” Seppaquercia es un lujanense nacido el martes 9 de marzo de 1954. 

Se casó en marzo,  y sus dos hijos nacieron ese mes. Su anécdota más conocida se remonta a marzo de 1979. 

El querido Dante, había hecho su carrera deportiva desde las inferiores de una institución mítica como el Club Social y Deportivo Flandria desde 1972, salvándolo del descenso en 1976, gracias a un golazo que le hizo a Sarmiento, gambeteando a siete jugadores. Pasará por River Plate en 1977, teniendo compañeros de juego de la talla de Leopoldo Jacinto Luque, JJ López, Roberto Perfumo, el Beto Alonso y el Pato Fillol, entre otros. Una lesión lo dejará fuera de juego por unos meses.

En 1979 será parte del Lobo Feroz, Gimnasia y Esgrima de La Plata. Dante, fiel a sus convicciones vive en su bendita tierra de Luján. Durante la semana está concentrado y ni bien puede, se raja pal terruño. 

Luego del Mundial ’78 el fútbol local queda opacado, el interés lo despiertan los grandes partidos, quizá por efecto de haber sido sede obteniendo el título.

La tercera fecha del Metropolitano de 1979, parecía un mero trámite anodino que se disputaría en el bosque platense, y el Lobo estaba al acecho. Para contrariar y despertar de la abulia reinante, nuestro Dante, hombre de convicciones, con mucho oficio, está atento a los detalles, y observa el territorio en su conjunto.

Es el domingo 18 de marzo de 1979, y en La Plata, jugaban de local Gimnasia contra Huracán. Dante solía abrir el juego, pero mira con atención al portero del Globo, Jesús Osvaldo Borzi, un jugador que venía del fútbol australiano, que está meta hablar con el técnico. Atento a la situación, cual futbolero de ley, Dante le susurra al Tano García Ameijenda:

– ‘Mirá cómo está paveando el arquero, está distraído, tocámela que pateo’.

El Tano no está convencido:

– ‘¿Cómo vas a patear de acá? Tomátela’. 

Dante lo mira sin dudarlo y lo convence. Se paran al revés, y al pitido de Ithurralde el Tano se la toca para la derecha, Dante hará su certero disparo desde la media cancha. 

Los dos pasos que estaba adelantado el arquero serán esenciales para completar la proeza. No habían pasado 4 segundos, y Dante anotaba el gol más veloz de la historia.

Tan rápido fue, que varios de los hinchas no llegaron a verlo porque se estaban acomodando. La mujer de Dante que estaba en la tribuna se había inclinado para persignarse como hacía en cada partido y al incorporarse ¡la pelota ya reposaba en la red!

El partido terminó empatado en un tanto, con un gol de penal de Carlitos Babington. 

Dante era, es y seguirá siendo un cultor del perfil bajo. 

Su objetivo de aquel domingo era irse pa’las casas, así que se pegó una ducha ultra veloz y salió rajando a la terminal de La Plata, para alcanzar el bondi de las 18:30 que lo llevaría a su Luján querido, yendo de La Plata por la ruta 6, pasando por Cañuelas. Aquella noche llegó y su Viejo lo alertó del golazo que había hecho. El lunes 19 tenía franco, entre mate y lectura de los diarios, el teléfono entró a sonar: el gol ya era un mito vivo. 

Seppaquercia no cambió, su objetivo era tener un lote y hacerse la casita propia. 

¿Dónde? En Luján, ¡su lugar en el mundo! 

El auto llegaría más tarde, luego de unos cuatro meses en el Lobo.

Dante continuó su carrera en Deportivo Italiano, y más tarde trabajaría en la liga de fútbol de Chivilcoy, y luego en la de Mercedes. Siempre siguió colaborando en el club que lo vio crecer: Flandria. 

Este recorte, permite ver el vínculo entre un jugador, su club y el lugar. Un pequeño gran milagro que celebramos y aplaudimos, porque Dante, sigue trabajando en su querido Luján junto a los jubilados de Luz y Fuerza. Si tiene una redonda cerca, siempre hay peligro de gol, que eternamente dedica a su tierra: la bendita Luján.

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