Repensar las formas de empleo y cuidado

Repensar las formas de empleo y cuidado

La crisis agudizada por la pandemia debe ser una oportunidad para que surjan nuevas maneras de protección social y cuidado del trabajo y de los trabajadores.

¿Qué está significando este virus para la humanidad? Sin duda se podrá sobrevivir si se encuentra la vacuna. Sin embargo, se podría hacer una real transformación si nos ocupamos de las causas y no solo de los efectos. Si no se cambia la idea de “progreso”, basada en un forzar cada vez más los límites del planeta, la fragilidad desatendida sucumbirá nuevamente frente a una nueva epidemia.

En estos días se dice muy a menudo: “volver a la normalidad”, como si lo vivido antes del covid-19 fuera “normal”: exclusión social, pobreza difusa, explotación de la naturaleza, destrucción del ambiente, guerras, sobreendeudamiento de los países en desarrollo, desigualdades escandalosas.

Los valores de la fraternidad, la solidaridad, la amistad, nos tienen que llevar más que nunca a concretar acciones. Estábamos poco preparados para el “cuidado de la vida”. Sin duda está en juego toda nuestra capacidad ética y técnica para reorientar las políticas, aliviar el sufrimiento, aumentar la infraestructura sanitaria, desarrollar el disfrute alternativo de la cultura, pensar en configuraciones no alienantes de un relacionamiento real y no formal, garantizar una educación global hacia la no violencia, el respeto por las diversidades, la ecología. Nos encontramos en un “proceso bisagra con dos fases: una primera fase de ‘dolor’ por haber perdido la ‘supuesta belleza de la ilusión de un progreso infinito’; y una segunda fase de toma de conciencia de que había otras formas de vida que habíamos ignorado por completo.

En este contexto se agudiza el debate entre “cuidado y trabajo”. El cuidado debería ser considerado como un derecho humano. Las personas tienen derecho a recibir cuidado y brindarlo de modo tal que no restrinjan otros derechos. Se necesitan políticas públicas que promuevan, protejan y garanticen este derecho. Por ejemplo, existe aún una brecha de género grande en el tiempo dedicado a las actividades domésticas y de cuidado. La injusta organización social del cuidado coloca el mayor peso de trabajo doméstico y de cuidado no remunerado en la vida de las mujeres que, a la vez, funciona como un vector de reproducción de desigualdades.

La magnitud de la crisis

La crisis sanitaria, económica y social desatada por la pandemia covid-19 ha alcanzado proporciones mundiales inimaginables.

En Argentina el impacto es en términos similares. Según la OCDE (datos a junio de 2020) la economía argentina caerá un 8.2 % en 2020 si se controla la pandemia y hasta un 10 % si se registra un rebrote y, de acuerdo con las proyecciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT, datos a junio de 2020) se perderían entre 750.500 y 852.500 empleos durante este año.

Las medidas de aislamiento en respuesta a la pandemia están poniendo de relieve la relevancia de la informalidad laboral en el sistema productivo argentino. Desde principios de 2018 la tasa de trabajadores no registrados aumentó hasta alcanzar el 35, 9 % del total de asalariados a finales del 2019, con mayor incidencia entre las mujeres. La informalidad se agrava como problema de fondo: a la precariedad de ingresos agrega la imposibilidad o inestabilidad laboral, realimentando el círculo de transmisión intergeneracional de la pobreza. Anhelamos que esta crisis permita repensar la estructura productiva, en relación con la oferta de trabajo y su distribución federal, aprovechando la ocasión para pasar a un esquema de desarrollo regional donde se potencie la producción nacional, tanto para el mercado interno como para la exportación, que será muy necesaria dado el contexto de restricción externa de financiamiento y un retroceso de los mercados financieros internacionales postpandemia.

Hablar de “cuidado” y “sistemas de cuidados” comprende la protección del trabajo y del trabajador, sabiendo que en el siglo XXI algunas formas tradicionales de empleo cambiarán por el avance tecnológico. Algunas dimensiones que se consideran centrales para la orientación de un sistema de protección social inclusivo que considere la heterogeneidad de la población son:

·Pobreza y vulnerabilidad

·Formalidad/informalidad laboral
·Familia, ciclo de vida y cambio demográfico
·Provisión de cuidado

En el mundo, en el marco de la llamada “cuarta revolución industrial” se están estudiando los denominados “nuevos sectores de empleo”, “empleos de proximidad”, “empleos de utilidad social o pública”, “empleos de servicios a la persona”, “empleos ecológicos”, etc. Estos surgen, principalmente, con una doble función: por un lado, para paliar el desempleo o subempleo crónico y por otro lado, para cubrir nuevas necesidades sociales y/o ambientales, desatendidas o parcialmente atendidas. Esta oportunidad para crear empleo y satisfacer nuevas demandas sociales impacta no solo en la definición de políticas de estado a nivel nacional sino que tiene un papel destacado dentro del desarrollo endógeno local, al ser en la escala territorial donde los nuevos sectores se pueden detectar y promocionar más eficazmente.

Una primera categorización de estos yacimientos de empleo se puede ubicar en cuatro grandes grupos:

Los servicios de la vida diaria:

–   Servicios a domicilio de trabajo doméstico.
–   Cuidado de los niños, ancianos y personas con discapacidades.
–   Nuevas tecnologías de la información y la comunicación.
–   La ayuda a los jóvenes en situación de vulnerabilidad y su inserción.

·Los servicios de mejora del entorno:

–  Mejora de la vivienda.
–  Seguridad.
–  Transportes colectivos locales.
–  Revalorización del espacio público urbano.
–  Comercios de proximidad, ferias públicas.

·Los servicios culturales y para el tiempo libre:

–  Turismo.
–  Sector audiovisual.
–  Deporte y recreación.
–  Valorización del patrimonio cultural.
–  Desarrollo cultural local.
–  Expresiones artísticas.

·Los servicios en relación con el ambiente:

–  Gestión de residuos.
–  Gestión del agua.
–  Protección y mantenimiento de las reservas naturales.
–  Control de la contaminación y de las instalaciones correspondientes.
– Energías renovables y autogeneración de energía en el domicilio.
–  Reproducción de naturaleza.
– Desarrollo humano y comunitario generador de trabajo alrededor de los parques nacionales.

En definitiva, un escenario de crisis del que nos proponemos salir mejores, partiendo de un mapa del empleo que realísticamente no es el más deseado, pero que nos impulsa con pasión a repensar nuestros sistemas de protección social y de cuidados en vistas a generar una mayor realización personal y colectiva, a repensar entre distintos actores públicos y privados del país.

Artículo publicado en la edición Nº 623 de la revista Ciudad Nueva.

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