Registrar nuestras dinámicas violentas

Registrar nuestras dinámicas violentas

El desafío de una crianza saludable como herramienta de cuidado para los más chicos.

Cuando vemos las cifras o estadísticas en relación con la cantidad de niños, niñas y adolescentes que son abusados es realmente alarmante. Se estima que aproximadamente el 25 % de ellos ha sufrido algún tipo de abuso, especialmente dentro del ámbito familiar, con las consecuencias emocionales que ello acarrea.

Se considera el abuso como un acto de violencia. La violencia nos rodea permanentemente y hay de todo tipo. Me pregunto cómo podríamos cuidar a nuestros niños, niñas y adolescentes para que no reproduzcan esta violencia en la que se encuentran inmersos.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la violencia es “el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo y privaciones”.

Según la terapeuta Laura Gutman, en las dinámicas violentas solo hay lugar para el deseo de uno. No pueden convivir dos deseos en el mismo territorio de intercambio emocional. Es decir, los niños quedan sometidos al deseo del otro sin encontrar un lugar para existir dentro del territorio del intercambio amoroso.

Durante la crianza, los niños reclaman atención, cuidado que implica un acto de amor como padres para renunciar a nuestros deseos y atender las necesidades de ellos. Esto se da en forma gradual, a medida que el niño va creciendo, ya que va adquiriendo autonomía, lo que permite al cuidado paterno/materno ir asumiendo diferentes compromisos.

Cuando la necesidad paterna prima por sobre necesidades básicas de los niños se ejerce un poder y un desamparo en ellos que se transforma en violencia.

Abuso infantil

Los niños pasan a ser nuestros objetos para cubrir nuestras propias necesidades o deseos insatisfechos y allí es cuando se ejerce el abuso.

El abuso infantil es todo daño producido a un niño, en forma no accidental, por una persona de mayor edad, más fuerte o de mayor autoridad, conocida o no por el niño. Ese daño puede ser de tres tipos:

Físico: todo lo que daña al cuerpo como golpes o lastimaduras.

Emocional: todo lo que daña la autoestima, como insultos o burlas.

Sexual: hacer participar al niño en actividades de índole sexual que van desde tocar o mirar las partes íntimas hasta tener relaciones.

Un acto de violencia que se repite en el tiempo inducirá al niño a construir un modelo relacional. Este modelo podría transferirlo y aplicarlo a otros escenarios escogiendo el rol de víctima o de agresor, abusado o abusador.

El niño es niño, posee poca autonomía y depende totalmente de los cuidados que le dan aunque sean deficientes. Su instinto de supervivencia lo llevará a buscar situaciones de amor y apego y allí donde encuentre refugio erigirá su “hogar”.

Cuando el abuso sexual se instala, el niño desdobla su personalidad, no puede comprender lo que le sucede y no encuentra palabras que describan su miedo, confusión, tortura. Por otra parte viene mezclado con el amor, la confianza y el secreto impuestos por el adulto abusador. La lealtad es comprensible si tomamos en cuenta que los niños dependen emocionalmente de los adultos. Pocos niños logran relatar lo que les sucede. A veces es más devastador la poca atención que los padres ponen en el asunto que el abuso en sí mismo, en el caso de que haya sido una situación ocasional. La falta de una escucha y explicación de la situación, el no creerles o generar una situación mayor de peleas entre los padres por buscar culpables debido a la falta de cuidado de los niños provoca en ellos que la situación sea más traumática de lo que es y los deja más desamparados y solos.

En los abusos intrafamiliares, que en general se producen en la infancia, los niños se acomodan y recién en la adolescencia o en la adultez pueden denunciarlos, ya que tienen más fortaleza para enfrentarlos. En estos casos, dentro de la familia existen alianzas inconscientes donde el abuso es permitido haciendo oídos sordos para salvarse. Son historias generacionales de vivencias de abuso.

Educar en la prevención

El grupo Nexo sugiere que para educar en la prevención de estos hechos es importante:

Transmitir claramente a los niños el respeto por su cuerpo.

Enseñar a los niños a identificar sus partes íntimas. Responder a sus inquietudes. Reconocer diferentes tipos de caricias.

Escuchar y no dudar de su palabra para que puedan pedir ayuda y contar lo que les pasa.

Enseñarles a pedir ayuda, que cuando alguien les dice: “No cuentes nada” tienen que contarlo a una persona de confianza y si los amenazan la única protección que tienen no es el silencio sino denunciar lo que ocurre.

Enseñarles a decir no. A irse de lugares que no les hacen bien.

Aprender a expresar y comunicar adecuadamente sus emociones.

No agredirlos física o emocionalmente como modo de castigo, para que obedezcan.

Que los niños adquieran seguridad y autoestima.

Educar al ejercicio de los derechos.

Mas allá del abuso sexual propiamente es bueno que nos preguntemos: ¿Qué modelos ejercemos nosotros en nuestras relaciones de poder como padres, educadores, responsables de nuestros niños y adolescentes? ¿Conocemos sus intereses, gustos, preferencias? ¿Tenemos espacios para compartir, jugar, dialogar? ¿Implementamos normas con amor y cuidado sin descalificarlos? ¿Los acompañamos en sus logros? ¿Escuchamos sus emociones y pensamientos? ¿Reconocemos su presencia y elogiamos sus actitudes positivas? ¿Los acariciamos con amor y respeto? ¿Cuidamos sus espacios personales? ¿Les permitimos hacer sus propias elecciones de acuerdo con su edad? ¿Dejamos que los niños sean niños? ¿Estimulamos a juegos sanos y creativos?

La crianza saludable es un antídoto ante cualquier acto de violencia ejercido hacia los niños. Y sobre todo, más allá de que ningún niño y adolescente está exento de enfrentarse a situaciones que pudieran amenazar su integridad, lo más importante es que ellos puedan percibir que en su familia o en su entorno cercano encontrarán un lugar confiable, amoroso, contenedor que les dará la fortaleza para superarlas.

Artículo publicado en la edición Nº 610 de la revista Ciudad Nueva.

Fuentes:

Gutman, L. (2006). Crianza, violencias invisibles y adicciones. Buenos Aires: Editorial Nuevo Extremo.

Grupo Nexo (2004). ¿Hay algo que yo no sepa? Educación en el amor. Buenos Aires: Editorial Ciudad Nueva.

Rossa, C., Carlevares Colonnetti, V. (2017). Custodiar la infancia. Promoción del bienestar y la protección integral de niños y adolescentes. Buenos Aires: Editorial Ciudad Nueva.

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