La diócesis encargó una investigación independiente para esclarecer más de 500 casos de violencias y abusos sexuales contra niños.
Continúa el trabajo de purificación de la Iglesia católica comenzado por el Papa Benedicto XVI y que prosigue el Papa Francisco. Tolerancia cero con los abusos contra menores. Y en esto la diócesis de Ratisbona (en el sur de Alemania) está dando un ejemplo de transparencia, habiendo encargado el abogado Ulrich Weber de conducir una investigación independiente para esclarecer las denuncias formuladas por cientos de víctimas de violencias y abusos cometidos en la escuela de coro de la catedral.
Desde el punto de vista penal, los delitos prescribieron pues los episodios se verificaron entre 1953 y 1992, especialmente en los años 60 y 70. Sin embargo, hace dos años la diócesis consideró igualmente necesario establecer transparentemente lo que ocurrió.
Se pudieron reconstruir episodios que involucraron a al menos 547 niños de la escuela del coro, quienes recibieron maltratos, golpes y en 67 casos fueron abusados sexualmente.
Weber constata que los responsables de la escuela debieron tener al menos “conocimientos superficiales” de lo que estaba ocurriendo, y entre ellos figura también Georg Ratzinger, de 93 años, hermano del papa emérito Ratzinger, quien dirigió el coro entre 1964 y 1994. Weber considera que el hermano del papa emérito tuvo conocimiento al menos de los castigos físicos que se infligían en la institución, aunque probablemente no de los casos de abusos sexuales. Algún tipo de conocimiento de los hechos los tuvo también el cardenal Gerhard Ludwig Müller, ex obispo de la ciudad, aunque en modo mucho más marginal. Müller acaba de no ver renovado por el Papa su cargo a la cabeza de la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde también fue acusado de no haber seguido la línea de acción del Papa Francisco en materia de investigación de pedofilia. Pero el principal acusado de las molestias es el entonces director de la cercana escuela, Johan Meier quien protagonizó numerosos episodios de violencia y de abusos.
En sustancia, el informe revela que no se tomaron medidas y se practicó una suerte de “cultura del silencio”, que ha dificultado la investigación. Los acusados de métodos violentos son 49, de los cuales 9 perpetraron abusos sexuales. Peter Schmitt, representante de las víctimas que se han agrupado, ha elogiado la labor de Weber, por considerar que ha contribuido enormemente a sacar a la luz esos casos, aunque permanece una “cifra oscura” de víctimas que no se han animado a salir a luz.
La diócesis sigue en su colaboración con el trabajo comenzado por el abogado Weber. Y en esto es un ejemplo porque el primer deber de la Iglesia es el de la transparencia, comenzando por el reconociendo del sufrimiento de las víctimas y los errores cometidos como institución. A menudo se han silenciado episodios como éstos, por un malentendido temor al escándalo, sin comprender que ante un delito es una obligación denunciarlo ante la justicia.