Quino nos dejó, Mafalda se queda

Quino nos dejó, Mafalda se queda

El recuerdo del gran Quino sigue presente. Aquí un artículo publicado en la edición andino-caribeña de Ciudad Nueva.

El  pasado 30 de septiembre el mundo se despertó con la noticia de que “el padre de Mafalda” había fallecido. Los titulares de muchos medios internacionales se refirieron a Quino, el genial caricaturista argentino, junto a Mafalda, su criatura más famosa.

Se dice que la obra eterniza al autor, como si fuese una prolongación de su alma. En el caso de Quino y Mafalda, la relación entre ambos fue intensa y conflictiva a la vez. Se podría hablar de un creador que, llegado el momento, “suelta” a su obra que se vuelve autónoma, como si ya no dependiese de él. Una especie de Collodi, con su Pinocho de madera que toma vida propia.

Los caricaturistas del mundo supieron captar esta relación original con mil dibujos de “condolencias” hacia Mafalda, como si fuese un ser vivo que perdía a su padre. A nadie se le habrá ocurrido, con la muerte de Kafka, por ejemplo, enviarle las condolecias a Gregorio Samsa, el protagonista de su famosa “Metamorfosis”. Sin embargo, a la muerte de Quino, la inmensa mayoría de las caricaturas se referían a la repentina orfandad de Mafalda, a su tristeza por la pérdida, al deseo de acompañarla en el momento del desarraigo … Sin duda un fenómeno inusual.

Pero comencemos por el inicio. Quino, cuyo nombre real es Joaquín Salvador Lavado Tejón, nació en Mendoza (Argentina) el 12 de julio de 1932. Sus padres, andaluces, fallecieron cuando era apenas un niño. Con su tío Joaquín Tejón, pintor y dibujante publicitario, descubrió ya de niño su atracción hacia las historietas. Se inscribió a la Escuela de Bellas Artes de Mendoza y a los 18 años lo encontramos ya en Buenos Aires, la capital argentina, deambulando por las redacciones de diarios y revistas en busca de empleo. Logrará publicar sus dibujos en Esto y, en 1963, Mundo Quino, una recopilación de historietas humorísticas mudas.

Mafalda, aparece por primera vez en la revista Primera Plana, el 29 de septiembre de 1964. Y, a partir de 1965, en el periódico El Mundo y posteriormente en la revista Siete Días Ilustrados, todos medios argentinos. En pocos años se vuelve un fenómeno mundial , con publicaciones en más de 30 países.

En 1973, cuando Mafalda no cumplió todavía sus 8 años, Quino sorprende a todos los amantes de su caricatura, anunciando que no la publicará más. Fue un gesto incomprensible para muchos, pues su niña estaba en la cima de la fama y sus seguidores se multiplicaban en todo el mundo. Pareció el gesto de un padre que “corta el cordón umbilical” con su hija adolescente para dejarla crecer, diferenciándola de sí. Y paradójicamente, desde el momento en que Quino rechaza las insinuaciones a que siguiera dándole vida a su dibujo, Mafalda parece tomar vida propia y se vuelve patrimonio de muchos.

Quino fue galardonado por Francia, en 2014, con la Orden Oficial de la Legión de Honor, la distinción más importante que el gobierno francés otorga a extranjeros; y por España, con el prestigioso Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.

Pero también Mafalda tuvo sus reconocimientos, como una calle en Francia que lleva su nombre, o estatuas suyas que se encuentran en diferentes plazas del mundo. Sin mencionar las muchas ediciones de sus singulares occurrencias en varios idiomas y países.

Me pregunto si no fue el gesto de “desapego” del creador de su obra, que la “liberó” para que todos, cualquiera, pudieran sentirla propia. Es interesante, al respecto, la frase que acompañaba a una de las muchas caricaturas publicadas el 30 de septiembre: “Nunca serás huérfana, Mafalda, porque somos muchos los que te hemos adoptado”.

Sin duda que la genialidad de Quino se evidencia en la capacidad de expresar, a través de su criatura, las aspiraciones de muchos a un mundo mejor, nunca mediocre, lleno de justicia y de paz. Y mientras lo recordamos con gratitud por habernos alegrado y motivado con su humor comprometido (estuvo exiliado en el tiempo de la dictadura), la pequeña Mafalda que también yo llevo dentro me sugiere una hermosa frase suya, muy adecuada para este momento: “Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas”.

Artículo publicado en la edición de Ciudad Nueva Andino-Caribeña de noviembre de 2020.

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