Las denuncias del primer ministro de Israel se centran en información de 2003, ya conocida. Desde 2015 el pacto funciona con un monitoreo permanente.
La reciente acusación del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu ha puesto en claro que el objetivo de la disputa con Irán no es su programa de armamento nuclear, sino la prosecución de sanciones económicas que agobien el país persa de manera de impedirle ser una potencia con influencia en Medio Oriente.
Este objetivo geopolítico es compartido, por diferentes razones, por el presidente Donald Trump, Arabia Saudita y las monarquías del Golfo.
Más allá del juicio que podamos tener de la cúpula religiosa que gobierna en Irán, que mantiene una concepción de los derechos humanos similar – aunque menos radicalizada – a la de otros gobiernos de matriz islámica, el hecho es que se sigue utilizando la mentira para estigmatizar un país fundamentalmente porque apoya el gobierno de Siria, en cuyo territorio han penetrado decenas de miles de terroristas yihadistas, y éstos han sido derrotados.
Netanyahu tiene como propósito facilitar al presidente Trump la denuncia del acuerdo nuclear con Irán, firmado en 2015 por el presidente Barack Obama junto a los demás miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, más Alemania. Como se pudo saber una vez que se permitieron las inspecciones de la agencia de la ONU de energía nuclear (AIEA), es desde 2003 que el plan nuclear iraní ha abandonado cualquier objetivo de conseguir armas atómicas. Este hecho fue además revelado por la inteligencia de los Estados Unidos en 2007. Desde 2003, el plan se limitó por tanto a los fines civiles siempre admitidos por Teherán. La AIEA confirmó que los atisbos de militarizar el plan, no pasaron de ser tales. Para el analista Riccardo Alcaro, del sitio web Affari Internazionali, Netayahu midió oportunamente sus denuncias de modo que no pueda ser acusado de haber falsificado hechos, y se limitó a interpretar hecho ya conocidos y ha revelado algo más de los que la inteligencia israelí descubrió en 2003. Pero sin mencionar que todo concluyó en esa fecha. En efecto, tanto la Unión Europea, como Rusia y China confirman que el acuerdo funciona perfectamente y eso no es una mera opinión puesto que se basa en las evidencias empíricas de la AIEA, fruto del monitoreo permanente al que está sometido Teherán. En todo caso, sostiene Alcaro, el Israel ha revelado un error en su táctica, al mencionar ulteriores detalles del plan militar interrumpido en 2003, que no eran conocidos. De haberlo hecho en 2015, esa información habría permitido conseguir perfeccionar un acuerdo para que fuera más satisfactorio. Pero dicha información apareció ahora.
Trump podría beneficiarse de esta intervención de Netanyahu, que aplica la vigente praxis de utilizar información incompleta o no verídica pero hábilmente presentada ante la opinión pública, para denunciar el acuerdo con Irán, sin ser culpado de hacerlo sin razones. Estados Unidos podrían denunciar el pacto el próximo 12 de mayo y, de este modo, exigir nuevamente la aplicación de sanciones comerciales contra el gobierno persa. Rusia y China se oponen, pero habrá que ver cuál será la reacción de los europeos, más dóciles a solicitudes de Washington. Posiblemente, se intentará ampliar el acuerdo al menos a los misiles balísticos tradicionales, fabricados por los iraníes. Hay ingentes fondos iraníes que han quedado en el exterior y no han podido ser repatriados, pese al acuerdo de 2015.
Es emblemático que una corte de New York acaba de condenar al régimen de Irán a resarcir con 6 mil millones de dólares a las familias de las víctimas de los atentados del 11 de setiembre de 2001. Eso supone contradecir el informe oficial sobre esos ataques, en el que no aparece Irán, y más bien se señala la procedencia de Arabia Saudita en al menos 14 de los 19 atentadores identificados. Está claro que, de una manera u otra, Irán “debe” ser el malo de la película.