Un pensamiento de Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares.
“Pascua: misterio de dolor, misterio de amor. Un misterio siempre en el medio de sus meditaciones, de sus actividades, de su testimonio. Pero para muchos cristianos, la Pascua no es mucho más que una conmemoración litúrgica anual. ¿Puede ‘vivirse la Pascua’ cada día, todos los días?”
Ciertamente. Más aún, el cristiano está llamado a vivir su Pascua cada día.
¿Cómo? Llevando bien la propia cruz. No sólo resignándose a ella pasivamente, no sólo arrastrándola, sino llevándola –en la medida de lo posible– con la total adhesión de su mente, de su corazón y de sus fuerzas a la voluntad de Dios. Haciendo así, la cruz se transforma, la mayoría de las veces, en “yugo suave y ligero”, que, más que oprimir o aplastar, da el impulso y la posibilidad de vivir en la propia vida la alegría de la resurrección.
Y esta alegría, esta paz nueva, este ardor se advierte en lo más íntimo de la propia alma justamente como un anuncio y una realidad de Pascua.”