Editorial de la revista Ciudad Nueva de agosto.
Hemos transcurrido casi un año y medio de pandemia y la vida ha cambiado. Hemos incorporado hábitos, nos hemos acostumbrado a mantener cierta distancia física, a usar tapabocas, simples normas de cuidado hacia los demás que tienen mucho valor.
Sin embargo, no podemos acostumbrarnos a las situaciones dolorosas y angustiantes que quizás en muchos casos nos han atravesado particularmente o que han padecidos personas cercanas, familiares, compañeros de trabajo, amigos, vecinos. Hemos comprobado en estos casi 18 meses de convivencia con el covid-19 que detrás de las abultadas cifras de muertos y contagiados hay historias concretas, rostros sufrientes, cuerpos sacudidos por una realidad que duele y que también interpela. Desde el comienzo, con la novedad de los confinamientos y cuarentenas, hasta la actualidad nos surgen e invaden numerosas preguntas para las cuales no siempre tenemos respuestas.
Parecen lejanas aquellas ediciones de Ciudad Nueva de 2020 en las que intentábamos comprender los alcances de este virus y sus consecuencias. A partir de aquel entonces, era inevitable mencionar este aspecto más allá de cualquier tema que eligiéramos profundizar. Está claro que toda actividad humana se ha visto modificada, reformulada y en tantas ocasiones reinventada frente a un escenario global por momentos indescifrable.
Lo podemos palpar en el análisis de la situación en toda América latina, región en la que la profunda desigualdad que viven nuestros pueblos ha sido el “alimento” que aprovechó el virus para hacer estragos, ya sea a nivel social como económico.
El tiempo recorrido pero sobre todo las experiencias vividas nos motivaron a pensar una publicación que se transforme en un intento de abrazo, de escucha profunda, de una mirada a los ojos de nuestros lectores, empática. En la que cada historia personal puesta en luz sea una voz que susurre al oído que todavía hay esperanza y en la que cada iniciativa individual o colectiva pueda ser vista como la oportunidad surgida de una crisis distinta de las demás.
Sabemos que todos hemos sido y seguiremos siendo atravesados por la pandemia. A lo largo de este tiempo todos hemos librado alguna batalla interior o aún la estamos librando. Volver a ponernos de pie o estar erguidos ante este dolor es el gran desafío. Para ello muchas veces necesitaremos una mano o podremos ser quien la tienda al que la necesite. Todos somos rostros de la pandemia.
Artículo publicado en la edición Nº 633 de la revista Ciudad Nueva.