Notre Dame: mucho más que un edificio

Notre Dame: mucho más que un edificio

Algunas reflexiones ante el catastrófico incendio de este símbolo de Francia.

Si La Torre Eiffel es el indiscutible símbolo de París y de Francia, la catedral de Notre Dame (Nuestra Señora) es el corazón del alma francesa. A lo largo de los siglos, sus paredes han acogido las ansias, las inquietudes y angustias de muchos franceses, pero también el corazón agradecidos de quienes sintieron que allí había un amor maternal que contenía a todo un pueblo.

Su estilo gótico, poderoso más que esbelto, elevaba a gran altura sus bellas estructuras recogiendo la admiración de Voltaire, incluso mientras redactaba sus críticas vidriosas contra el clericalismo. Creyentes y no creyentes eran convocados por sus torres, testigos de muchos eventos históricos. Se entiende, por tanto, que ya hayan aparecido donantes para su reconstrucción.

Desde las orillas del río Sena, es posible admirar los costados encantando a los millones de turistas que la visitan cada año. Pero, como sucede con las catedrales medioevales situadas en la gran parte de las ciudades europeas (su construcción comenzó en 1163), lo que asombra es su interior con pilares en piedra que parecen querer perforar el cielo.

La he visitado más de una vez, con una mezcla de recogimiento, admiración y encanto. En la zona del ábside llamaba la atención la presencia de obras artísticas de diferentes épocas: los antiguos vitrales y los modernos, algunos de ellos realizados por Marc Chagall. No podía creer que en pleno siglo XXI pudiera ser atacada por las llamas y quedar destruida. Recibí con alivio la noticia que su estructura quedó a salvo.

Ante cientos de miles de personas afectadas por desastres naturales, las guerras o por los desastres económicos de Gobiernos que incrementan pobreza y desigualdad, ¿será exagerada tanta emoción y congoja por un edificio, por histórico que sea? No caben dudas, las personas siempre deberán tener nuestra prioridad. Como años atrás escribía con delicada sensibilidad el diseñador mendocino Roberto Escudero, la admiración por las catedrales no nos debe hacer olvidar que cada persona es en sí una catedral.

Sin embargo, nuestra vida tiene también símbolos. Notre Dame no es solo un lugar religioso, es también el testimonio de una civilización que supo construir su cultura desde la fe, avanzando hacia el desarrollo. Las catedrales son ejemplo de la aplicación de técnicas de construcción, de una cultura del trabajo que ha transformado en civilización el progresar, el comerciar, el transformar bienes materiales en bienes comunes. Esas catedrales, nos dicen el bien que somos capaces de construir juntos. Su riqueza no la constituyen solo las obras de artes que reúnen, sino el espíritu que las ha levantado hace mil años.

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