No me toques – Jn 20,17.
Cuando los discípulos le preguntan a Jesús cómo sabrán que Él ha vuelto, vale decir que ha resucitado, el Señor les dice que estará allí donde haya verdadero amor entre las personas, eso que por algunos lares se conoce como “Gesù in mezzo a noi” (Jesús en medio de nosotros). Es una de las tantas claves del Nuevo Testamento, donde se hace hincapié en la dimensión del amor y solidaridad entre las personas.
En la primera aparición de Jesús Resucitado, es María Magdalena la que reconoce a Jesús en la figura del jardinero, la apóstola de los apóstoles. Allí tiene lugar la advertencia del Señor: Noli me tangere (Que no lo toque).
La ilustración del Noli me tangere en el arte cristiano obedece a un esquema inmutable: la Magdalena arrodillada ante el Señor que, con la mano, la mantiene a distancia.
La línea del horizonte, colocada muy arriba en la página, deja que la roca beige ante la que se desarrolla la escena adopte una imponente magnitud. Semejante a una muralla, aísla del resto del mundo el cara a cara de la mujer y el Mesías. La iconografía de Cristo jardinero está tomada del relato de Juan que cuenta cómo, al descubrir la desaparición del cuerpo de Cristo, María Magdalena permaneció llorando junto a la tumba. Cuando se le apareció el Resucitado, creyó primero vérselas con el guardián del huerto y le preguntó dónde estaba su Señor. Reconociéndolo por fin, tiende los brazos para tocarlo, pero Él le ordena que no lo sujete, pues no ha ascendido todavía al Padre.
Desde marzo de 20&20 se nos bombardea con mensajes de no tocar a los demás, de aislarnos y de mantener una “distancia social”.
¿Qué significa entonces este llamado a evitar tocar a las personas, que son tan complejas para nuestros usos y costumbres?
Las manos no deben acercarse a la otra persona, solo desde nuestro ser interior podemos vencer esas distancias. Precisamente la ventana hacia el interior son nuestros ojos. Por tanto, una mirada profunda y sincera a los ojos de nuestro interlocutor pueden suplir esa ausencia del gesto con las manos. Existe entonces la posibilidad de que la distancia social, refuerce la intensidad del vínculo entre nosotros, las personas.
Troquemos entonces este metro y medio de separación, mientras dure esta situación de pandemia, para experimentar más plenamente la presencia e importancia de las personas que tenemos frente nuestro y no podemos tocar. Ojos, oídos y conciencia plena serán como “nuestras manos”.
Mientras tanto, aprovechemos este tiempo para pensar, qué falló en el funcionamiento de la vida de nuestra sociedad para que la pandemia nos haya tomado tan de sorpresa, pese a las advertencias de algunos científicos. Y, por qué no, ensayar qué podremos hacer de aquí en más.
Fuentes: https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2016/06/10/apostol.html
https://www.moleiro.com/es/libros-biblicos/biblia-de-napoles/miniatura/4f7c349942d9e
Zizek S, Pandemic!, Buenos Aires: Anagrama (2020), PP 9, 12.