La matanza llevada de ayer en una escuela de Brasil ocurrió precisamente cuando el Congreso debate las facilidades para vender y portar armas.
Mientras el Congreso de Brasil debate la propuesta impulsada por el presidente Jair Bolsonaro de facilitar la venta y posesión de armas para que los brasileños puedan “defenderse”, dos ex alumnos de un colegio han ingresado en la casa de estudios y han asesinado a ocho personas a sangre fría.
Del episodio se conoce todavía poco. Un adolescente de 17 años y un joven de 25 han atacado a alumnos y personal de un colegio de Suzano, una ciudad dormitorio de 300.000 personas en las cercanías de Sao Paulo, armados con un revolver, una ballesta y un arco con flechas. Algunos heridos fueron atacados con hachas. Cinco de los muertos son alumnos. Previo al asalto al colegio, los dos asesinos robaron y mataron a un comerciante.
Si la matanza no fue todavía más sangrienta se debió a que los docentes y alumnos se encerraron en sectores de la institución impidiendo el ingreso de los dos atacantes. Es posiblemente la razón por la que, si se confirman las fuentes, los dos decidieran suicidarse antes de que llegara la policía al lugar.
No es la primera matanza que ocurre en uno de los países del mundo con el mayor índice de homicidios. En 2011, un atacante solitario asesinó a 12 personas en un centro escolar y fue ese el caso más parecido al ataque de ayer. En 2017 hubo en el país más de 64.000 asesinatos, la enorme mayoría realizados con armas de fuego. El presidente Bolsonaro ha utilizado como latiguillo de su campaña el impulso a armar a los ciudadanos considerando que de ese modo podrán defenderse de los violentos. Una propuesta que ha sido aceptada por los sectores más conservadores, los que se acercan cada vez más peligrosamente a una cultura de la ley del talión: responder con violencia a la violencia. Un planteo que no ha visto resultados positivos en los países donde es fácil acceder a las armas. El caso más evidente es el de los Estados Unidos, donde periódicamente, la furia desequilibrada de alguien se traduce en una secuela de muerte para muchos. Hay mucha confusión al respecto. Porque con la excusa de facilitar la legítima defensa – en Italia se acaba de aprobar con media sanción medidas de ese tipo – lo que se pretende hacer es habilitar una masa de ciudadanos que en lugar de recurrir al Estado de derecho, pueden fácilmente transformarse en justicieros con mano propia.
Esa no es una forma de lucha contra el crimen, sino la admisión del Estado de no saber o querer combatirlo.