No está claro el móvil que provocó la matanza en Sutherland Springs. Echarle la culpa al demonio impide ver dónde realmente está.
Como en el caso de la matanza perpetrada hace un mes en Las Vegas por un atacante solitario (58 muertos y más de 500 heridos), no hay pistas definitivas para establecer la razón por la que Devin Kelly, un ex militar de las fuerzas aéreas de 26 años, este domingo disparó su arma de guerra contra los pacíficos feligreses de una iglesia bautista, en Sutherland Springs, matando o hiriendo a casi la totalidad de los que habían concurrido al templo.
Kelly fue dado de baja en modo deshonroso de las fuerzas aéreas por violencia doméstica contra su esposa y su hijo. También habría evidenciado problemas psiquiátricos. Su historia militar no le permitía portar armas, pero pudo obtener una licencia para seguridad privada que le permitió adquirir el potente fusil de asalto utilizado. Se especula que una discusión con su suegra, que solía acudir al templo de Sutherland Springs – aunque no lo hizo este último domingo – motivó el ataque.
Nadie se imaginaba que pudiera ocurrir algo así, sostienen varios testigos. Como si en el país no se hubieran producido decenas de matanzas en estos años, en lugares donde nadie se podría imaginar que ocurriera una masacre: escuelas, lugares de trabajo, bares, iglesias, barrios y poblados inmersos en una vida apacible y tranquila. Como si no fuera evidente que de existir verdaderos arsenales de guerra al alcance hasta de menores, posiblemente se habrían prevenido muchas de las 200.000 muertes en tiroteos ocurridas desde 2011.
Ni siquiera la cultura cristiana, propia de las regiones más rurales de los Estados Unidos, permite captar que algo pasa en el país y que las armas dan la oportunidad a la locura y al odio para estallar en modo letal y contra inocentes. Cierto fundamentalismo bíblico prefiere echarle la culpa al diablo. “Es cosa suya”, sostienen para resumir la tragedia de este domingo ocurrida en Sutherland Springs. En el pueblo hay gente convencida de que poco menos que fue el diablo quien indujo al atacante a masacrar a 26 personas y herir a otras 20. Entre las víctimas hay una niña de menos de 2 años, una mamá embarazada y sus tres hijos, ocho miembros de una misma familia, varios menores y ancianos.
Echarle la culpa al demonio, o verlo en todos lados, frecuentemente impide – a muchos apresurados intérpretes de las Escrituras – ver dónde realmente está. Dudo de que el diablo tuviera necesidad de incomodarse a apretar el gatillo del arma del asesino. Fue suficiente podérsela vender.