En diálogo con Ciudad Nueva, monseñor Sergio Buenanueva, coordinador del Consejo Pastoral de Protección de Menores y Adultos Vulnerables de la Conferencia Episcopal Argentina, se refirió al camino que está tomando la Iglesia de asumir sus miserias más oscuras. También hablamos con María Inés Franck, integrante de la misma Comisión.
La calidad del discernimiento que se realizó en la redacción de Ciudad Nueva para afrontar el tema de abusos sexuales en la Iglesia fue profundo, respetuoso, sincero y, por sobre todas las cosas, comprometido. Es esa la plataforma de despegue conceptual del análisis que sigue. Tomando las palabras de monseñor Buenanueva en nuestro diálogo: “Miramos la hondura del mal desde la fe”.
No es fácil asumir delitos sexuales en ningún ámbito. Son situaciones que bordean intimidades y silencios, los que, de repente, saltan de boca en boca, vulnerando al que se cruza con procacidades, angustia y morbo social. Asumirlos en el marco de la Iglesia implica dolor, vergüenza y quién sabe cuántos sentimientos encontrados más. Sin embargo, el hoy nos planta ya con protocolos de abordaje temático propuestos desde las conferencias episcopales, con antecedentes y casos sobre los cuales basarse, con sentencias penales, con mayor serenidad ante la información y, a la vez, especificidad en el uso de lenguaje para referirnos a personas, ocasiones, instancias.
La Conferencia Episcopal Argentina cuenta desde el año 2013 con las “Líneas Guía de Actuación” en el caso de denuncias de abusos sexuales en los que los acusados sean clérigos y las presuntas víctimas sean menores de edad y, desde el año pasado, con un Consejo Pastoral de Protección de Menores y Adultos Vulnerables que está conformado por tres obispos (monseñor Sergio Buenanueva, monseñor Fr. Carlos Azpiroz Costa y monseñor Ariel Torrado Mosconi); dos sacerdotes (Juan Pablo Dreidemie y Rodolfo Capalozza); tres laicos (los psicólogos Alicia Zanotti y Fernando Bertonatti, y el comunicador Gonzalo Moreira); una religiosa, hermana María Elena Fernández; y una laica consagrada, abogada y licenciada en Derecho Canónico, María Inés Franck.
Franck trabaja en la arquidiócesis de Paraná en una Comisión ad hoc desde el año 2017. Ella cuenta que “desde el principio tuvimos un trabajo en equipo muy aceitado. Nos reunimos todos los meses y comenzamos con jornadas de capacitación en prevención para toda la arquidiócesis. Mensualmente hacemos un encuentro abierto al público en la sede de la UCA de Paraná, y a cada uno de esos encuentros mensuales están asistiendo entre 400 y 500 personas de todos los ámbitos, no solamente eclesiales. Allí damos las pautas básicas para la prevención, enseñamos cuáles son los indicadores claves para detectar situaciones abusivas, explicamos la legislación nacional y provincial, y explicamos los pasos concretos que deben darse para comunicar un abuso o una sospecha de abuso a las autoridades, tanto estatales como eclesiales. Este año hemos incorporado una segunda capacitación sobre ciberabuso y ciberacoso. Desde que comenzamos, al menos cinco mil personas han pasado por esos encuentros”.
Es clave el área de comunicación para que más y más personas logren contactar con la “zona solución” de este grave problema. “Desde el comienzo tuvimos una página web, una casilla de correo electrónico, una línea de teléfono celular y presencia activa en redes sociales. De hecho, toda la difusión de nuestras actividades la hacemos a través de internet en www.comisiondeprevencion.com.ar; el teléfono celular: 343 5 174200 y un e-mail: info@comisiondeprevencion.com.ar”. Y agrega: “No sé si hay mucha diferencia entre los medios nacionales y los provinciales [para tratar este tema]. Quizás, como lo nacional es más vasto, a uno le cuesta más tener contacto con ellos. En las provincias es todo más cercano. Pero intuyo que la lógica general es la misma: cuando uno demuestra compromiso con la prevención y la erradicación de este delito, desaparecen muchos prejuicios mutuos y se puede trabajar muy bien”.
Gestiones fatales
“Cuando hablamos de la crisis de los abusos en la Iglesia debemos tener presentes dos cosas: en primer lugar los abusos en sí mismos y en segundo lugar la gestión fatal que los dirigentes, los obispos, los superiores, han hecho de esta crisis. El primer elemento son las víctimas; de ahí ha surgido el principio ‘las víctimas primero’. Es caer en la cuenta –esto es muy importante– de la gravedad del daño infringido, de la devastación interior que significa para una persona vulnerable (ya sea menor o un adulto) haber sido violentada en ese ámbito, no solamente sexual sino que toca la identidad de la persona. Hay que pensar siempre –esto me ayuda a no perder el norte de nuestro trabajo– que muchas víctimas han terminado suicidándose. Entre las víctimas suele decirse que el gran paso hacia adelante es pasar de víctima a sobreviviente. Poder tener esta resiliencia de rehacerse como personas”, indica con claridad meridiana Sergio Buenanueva, obispo de San Francisco (Córdoba) y cabeza del Consejo Pastoral que se ocupa a nivel Iglesia nacional del tema abusos.
Francisco: Prevención, obispos responsables y operativos
Las decisiones que fue tomando el papa Francisco empujaron sin retorno a un cambio de perspectiva ya que señala la prevención y las actitudes de los obispos como dos líneas de trabajo ineludibles: “La responsabilidad de los obispos y otros líderes católicos en la mala gestión de los abusos (son las aportaciones específicas de Francisco). Esto es lo que está más fuertemente sobre el tapete junto con el trabajo preventivo. Él ha creado el Pontificio Consejo para la Tutela de los Menores que está trabajando fuertemente en la Iglesia en todas las conferencias episcopales (también con la nuestra) para crear una nueva cultura preventiva. Es decir, evaluando las mejores prácticas que se realizan tanto dentro como fuera de la Iglesia para cuidar a las personas vulnerables, eventuales víctimas de abuso, y para estar atentos a quienes serían posibles victimarios”, continúa Buenanueva.
Adulto vulnerable: escuchemos a las religiosas abusadas
La cumbre de febrero pasado que reunió en el Vaticano a presidentes de conferencias episcopales de todo el globo junto a los superiores de órdenes religiosas marcó, sostiene Buenanueva, “la necesidad de que los obispos y superiores tengamos un deber más fuerte de rendir cuentas de nuestras prácticas como también de la negligencia en los casos de mala gestión de los abusos, y de la transparencia informativa”. En mayo de este año “el Santo Padre publicó un motu proprio que reordena buena parte de la legislación canónica en esta materia ‘Vos estis lux mundi’ (Ustedes son la luz del mundo) que obliga a todos los fieles católicos a denunciar dentro de la Iglesia cualquier noticia de abuso, incorpora más fuertemente y tipifica mejor la figura del adulto vulnerable, algo que era reclamado por muchos, y establece más claramente los mecanismos para denunciar y procesar a los obispos que son responsables tanto de abusos como de mala gestión. Este último es un punto muy importante porque era como un agujero negro: se sabía que existía el delito canónico de negligencia en el ejercicio del oficio episcopal cuando un obispo no hace lo que tiene que hacer frente a una denuncia de abuso pero no estaba claro el procedimiento concreto: ante quién se denuncia, qué se hace, cómo son las fases del proceso”. Ahora esto ha sido saldado.
Buenanueva subraya este gran paso adelante en el reconocimiento del adulto vulnerable y el abuso a religiosas, figuras que hasta hace muy poco no estaban visualizadas: “Esta legislación ha abierto también la posibilidad del delito más grave de abuso sexual a personas adultas, y también al capítulo nuevo que se está abriendo que es muy doloroso pero tiene que ser puesto sobre la mesa que es el abuso que han sufrido las religiosas, las mujeres consagradas dentro de la Iglesia”.
Francisco plantea un horizonte que profundiza en los hechos: “Más importante que estas definiciones canónicas es la mirada de fondo, teológica, pastoral y espiritual que el papa Francisco está promoviendo en la Iglesia respecto de los abusos y de la responsabilidad de los líderes en su buena gestión”. Cuando habla de abusos habla de “delitos, crímenes que tienen una triple naturaleza: abuso de poder, de conciencia y de carácter sexual, superando dos miradas reductivas, una que consideraba los abusos sexuales como faltas morales, debilidades humanas que tienen que ser sanadas con medidas de tipo pastoral-espiritual; los abusos sexuales claro que son un pecado y gravísimo” pero ahora es la sociedad global la que condena –y empuja a la Iglesia– estos actos al tomar conciencia del enorme daño que han sufrido las víctimas. Y también se pone foco en la responsabilidad en el ejercicio del ministerio sacerdotal y episcopal: “Un solo caso de abuso hace no idóneo a un ministro sagrado para seguir adelante en su ministerio, amerita su dimisión de estado clerical”, sostiene firmemente Buenanueva.
Buenanueva añade un nuevo y decisivo actor en este nuevo esquema: “Es insoslayable que intervenga la Justicia del Estado en la investigación, el esclarecimiento, el establecimiento de las responsabilidades y las sanciones de tipo penal y de tipo civil, es decir, hay que pagar económicamente a las víctimas”.
Una apertura a la gracia: el trabajo continúa
Actualmente se están preparando en el Consejo Pastoral de Protección de Menores y Adultos Vulnerables de la CEA unas Líneas-Guía de Prevención que buscan crear una “cultura de la prevención” que tienda a la generación de ambientes sanos que cuiden a los más vulnerables en los variados y numerosos espacios pastorales que la Iglesia propone. Además se propone un trabajo en red con otras organizaciones –más allá de la Iglesia– que permita la actualización permanente. A fines de este año los obispos argentinos tienen en agenda una capacitación que brindará el sacerdote jesuita Hans Zollner, experto en el tema y encargado del Centro de Protección de Menores de la Universidad Gregoriana ·
Clericalismo vs. Sinodalidad
“Si los abusos sexuales son abusos de poder y de conciencia que pueden llegar al gesto de naturaleza erótico-sexual, el papa Francisco habla del clericalismo como una causa de fondo, deformación de la vida eclesial por la cual los clérigos ocupamos un lugar que no nos corresponde, monopolizando la vida eclesial. Esto supone un sistema enfermo donde todo gira en torno a una sola figura. Por eso el Papa propone la sinodalidad, la pirámide invertida, donde el pueblo de Dios es sujeto del don de la fe animado por el Espíritu, de la evangelización, de la misión. Los sacerdotes somos servidores del pueblo, no dominadores del pueblo. Esto implica también repensar el rol de la mujer en la Iglesia, dentro de la ministerialidad. El Papa está incorporando mujeres a la gestión de la Iglesia, esto es un gesto bien claro aunque algunos lo consideren aún escaso” (Mons. Buenanueva).
Artículo publicado en la edición Nº 610 de la revista Ciudad Nueva.