Comunicado de la Comisión Episcopal de Migraciones y Turismo ante las últimas expresiones y posturas públicas respecto a la situación de los migrantes.
El Papa Francisco expresó el pasado 6 de mayo: “Migrar no es un delito, sino una llamada a un mayor compromiso”. La Comisión Episcopal de Migraciones y Turismo expresa una profunda preocupación por recientes expresiones y posturas que van tomando estado público en torno a los migrantes.
Creemos que cada ciudadano y, mucho más, cada funcionario público y dirigente de la sociedad, debería ser quien vele por el respeto de la dignidad de todos los habitantes de la República Argentina y de la Constitución Nacional, evitando palabras que alienten posiciones discriminatorias y xenófobas.
Desde la Comisión Episcopal de Migraciones y Turismo intentamos sensibilizar y concientizar a la población sobre el fenómeno de las migraciones y su incidencia en la sociedad, favoreciendo el desarrollo de una cultura de respeto y solidaridad con el migrante, para convertir hostilidad en hospitalidad y rechazo en acogida, mediante diversas propuestas e iniciativas a nivel local, regional y nacional.
La nueva Ley de Migraciones – N° 25871- de enero de 2004, que significa un cambio de paradigma de migrante objeto de derecho a “sujeto de derecho”, garantiza en su artículo 4, el principio de igualdad y universalidad, estableciendo además en el artículo 6, que el Estado “en todas sus jurisdicciones asegurará el acceso igualitario a los inmigrantes y sus familias en las mismas condiciones de protección, amparo y derechos de los que gozan los nacionales, en particular lo referido a servicios sociales, bienes públicos, educación, justicia, trabajo, empleo y seguridad pública”. Dicha Ley fue iniciativa parlamentaria inspirada, ideada e impulsada por todos quienes, por medio de su trabajo en organismos no gubernamentales, se han preocupado por esa problemática. La Iglesia Católica acompañó activamente la creación de esta Ley.
El Cardenal Jorge Bergoglio, en su certera voz de profeta, nos pidió, en el Te Deum del 25 de mayo del año 2000: que sepamos “dar respuestas solidarias e integradoras hacia los migrantes desposeídos y de buena voluntad, que llegan y deben seguir llegando” a nuestro país. Hoy, como Papa Francisco, vuelve a decirnos: “Los emigrantes son nuestros hermanos y hermanas que buscan una vida mejor lejos de la pobreza, del hambre, de la explotación y de la injusta distribución de los recursos del planeta”. (17 enero 2016)
Como Iglesia católica acompañamos el caminar de los migrantes a lo largo y a lo ancho de nuestro país a través de la pastoral específica.
Reconocemos distintos rostros de “pobres y excluidos” en nuestra Nación, entre ellos el de los migrantes, quienes en muchas ocasiones son acusados de los males de nuestra sociedad, y en algunos otros casos viven en la pobreza y en la marginación.
Desde la experiencia del amor y de la misericordia podemos y queremos desarrollar una “cultura del encuentro”, haciendo crecer en cada uno de nosotros una vocación de “buen samaritano” con cada migrante que Dios pone en nuestro camino. El encuentro, la cercanía y la relación cordial se hace para nosotros camino necesario para lograr una gran patria de hermanos.