Más de un millón y medio han sido recibidos por Colombia, Perú, Ecuador, Argentina y Chile. Una reacción opuesta a lo que ocurre en Europa.
La grave crisis que atraviesa Venezuela está teniendo repercusiones entre algunos países de la región, en especial los que comparten fronteras. Se estima que un millón de venezolanos hayan ingresado a Colombia en los últimos 18 meses, al tiempo que Perú señalaba semanas atrás el ingreso de 454.000. Una buena parte de los que hicieron ingreso a Perú, provenían desde Ecuador, donde se han quedado en unos meses unos 72.000 venezolanos. Pero se registra el incremento de este flujo migratorio también en la Argentina y en Chile.
El gobierno de Ecuador acaba de declarar en estado de emergencia humanitaria las tres provincias por donde se detecta el mayor ingreso de venezolanos. Allí se registran el cruce de la frontera de unas 4.200 personas por día. La Cancillería quiere disponer de mecanismos de intervención humanitaria para asistir con carpas, alimentos y brindar asistencia y seguridad especialmente para los grupos más vulnerables (adolescentes, niñas, niños, mujeres). Para ello la Cancillería se ha reunido con las autoridades municipales, está destinando recursos y ha convocado a los representantes de las Naciones Unidas en sus diferentes agencias, como las dedicadas a la migración (OIM), a los refugiados (ACNUR), entre ellas.
La situación guarda alguna relación con la ola de migrantes y refugiados que están ingresando a varios países europeos, en numerosos casos desafiando la muerte al cruzar en modo precario e ilegal el mar que separa a Europa de África y Oriente Medio. Varios gobiernos del Viejo Continente están reaccionando asustados y preocupados ante la situación de emergencia que está generando reacciones xenófobas y racistas. El gobierno de Italia llegó a cerrar los puertos para no recibir a las barcazas que a menudo hacen naufragio cerca de sus costas. Un elemento no secundario a considerar es que la gran parte de los refugiados y migrantes que buscan una oportunidad de futuro en Europa, huyen de situaciones de crisis o de conflicto generadas por los propios europeos. Finalmente, llama poderosamente la atención que países con muchos menos recursos que los europeos, en América latina, no hayan cerrado sus fronteras ni frenado el fenómeno ante la necesidad de solidaridad que, evidentemente, sigue siendo un bien que se sigue cultivando, pese a todo.