Entrevista con fray Gino Alberati, misionero desde 1970 entre la gente del subcontinente amazónico.
Ahora que se han apagado los reflectores mediáticos sobre este espacio verde y vital de la tierra, porque los incendios se han domado y el Sínodo para la Amazonía de la Iglesia Católica ha lanzado el documento final, nos parece importante continuar dando voz a quienes viven en la Amazonía y contribuyen a su desarrollo todos los días.
El riesgo de ver esa porción de tierra como una postal exótica, lejos de la vida de nuestras metrópolis, es muy fuerte. Se trata de uno de los laboratorios multiculturales más extensos del planeta, un aspecto que ciertamente no es menos impactante que el tema ambiental, pero cuyo respeto y salvaguarda son igualmente centrales para la supervivencia de su población. Por esta razón, asumir el desafío cultural de la Amazonía y apoyar la educación y capacitación humana es de vital importancia.
Su población también incluye diferentes comunidades de los Focolares, familias, niños y religiosos, como fray Gino, como todos lo llaman. Fray Gino es un misionero capuchino italiano que ha vivido y trabajado en la Amazonía desde 1970, sirviendo a docenas de comunidades en el río Solimões, en la frontera brasileña con Colombia y Perú. Viaja en una barca recibida de regalo, él mismo se ocupa de su manutención. Le permite celebrar misa y llevar la palabra de Dios a las comunidades repartidas en un vasto territorio y también salvar vidas, porque el médico más cercano a menudo está a días de viaje.
Lo contactamos con dificultad y solo podemos entrevistarlo a través de WhatsApp. De su preparación para la misión, fray Gino cuenta sobre los días enteros en el Hospital de San Juan en Roma. “Durante nueve meses ingresé a los laboratorios de análisis y quirófanos; lo hice para aprender algo sobre medicina, porque sabía que en la misión a la que estaba destinado no habría ningún centro de salud y tendría que hacer de médico. Tenía 29 años cuando llegué a Amazonía y no me importaban las distancias o los medios de transporte precarios que usaba –explica fray Gino–, mi brújula era el amor. En estos años realmente he hecho de todo y ahora me ocupo de una parroquia que cubre un territorio de 400 kilómetros de largo, en el río Amazonas y el río Içà”.
Cuando le preguntamos de qué vive la gente, él responde que el río es su vida. “En el río viajan y pescan; el agua fertiliza las tierras bajas. Actualmente sigo a 40 comunidades, además de la parroquia de la ciudad de Santo Antonio do Içà. También soy concejal municipal de salud pública y llevo a la administración municipal las necesidades sanitarias de las comunidades que visito.
No hemos experimentado el drama de los incendios de cerca porque esta zona está lejos de los grandes intereses. Sin embargo, la disminución del territorio cubierto por el bosque está ante los ojos de todos. La población está compuesta también por los indígenas del grupo étnico Ticunas. Son alrededor de 45 mil y viven de la agricultura, la caza y la pesca. Trabajamos duro para darles una formación humana, cultural y espiritual básica. Recientemente hemos entregado la Biblia de los pequeños a 200 líderes de 24 comunidades, traducida precisamente al idioma ticuna”.
Fray Gino insiste en el papel fundamental de los indígenas para la conservación del planeta: “Ciertamente, se han hecho muchos esfuerzos para combatir el riesgo de contaminación, como el uso de motores de hidrógeno en los medios de transporte, pero sin embargo, los grandes del mundo solo ven al ‘dios del dinero’ y quieren tomar las tierras de los nativos para extraer minerales y petróleo. Su estilo de vida sigue el ritmo de la naturaleza, toman de la tierra solo lo esencial, trabajan pequeñas parcelas de tierra y por esta razón no es necesario una gran deforestación”.
Cuando le preguntamos qué es lo más preciado que necesitan los hombres y mujeres de la Amazonía, después de las necesidades materiales, responde que sin duda es el amor, “el amor recíproco que conduce a la fraternidad”, capaz de transformar personas y territorios en toda latitud.
Artículo publicado en la edición Nº 615 de la revista Ciudad Nueva.