Decenas de miles de islámicos en Francia e Italia han participado este domingo de las misas como gesto de cercanía y solidaridad con los cristianos.
Ha sido un alivio leer en los diarios de este domingo sobre la presencia de decenas de miles de musulmanes en las misas celebradas en incontables iglesias cristianas de Francia e Italia. Permite esperar que el diálogo es posible.
Que en los dos países se concretara la invitación de los imanes de Francia, de participar de las celebraciones de este domingo, a una semana del cruel asesinato de un sacerdote francés, constituye un momento significativo. Un gesto realmente colectivo.
Estamos viviendo un momento realmente trágico y la decisión de los líderes religiosos musulmanes, de compartir con sus hermanos cristianos –así los han definido en varias iglesias– los momentos más profundos del culto es un gesto nuevo que habla de cercanía, solidaridad y fraternidad.
Se han visto apretones de manos en el momento de intercambiar, durante la misa, un signo de paz, un digno silencio, expresiones de condolencias a los sacerdotes y a las comunidades, signos que ayudan a creer que es posible superar este momento. Por cierto, no todos los musulmanes han adherido a la iniciativa, pero se trata de una cantidad significativa y, además, decidida por los líderes de las comunidades.
Hacía tiempo que desde varios ámbitos, religiosos y civiles, en el mundo occidental se deseaba que los musulmanes dieran un signo colectivo de distanciamiento del radicalismo islamista. La manifestación islámica de participación del duelo de los creyentes católicos por el homicidio del sacerdote francés, confirma que no se puede acusar al islam como religión y a musulmanes como creyentes por la barbarie de terroristas crueles y sin escrúpulos.
A su vez, no se debe olvidar que las víctimas del terrorismo no están sólo de un lado. Lo ha señalado también el Papa cuando en el vuelo de regreso de Cracovia afirmó: “No me gusta hablar de violencia islámica, porque todos los días cuando leo los diarios veo violencia (…) y estos violentos son católicos bautizados. Si hablara de violencia islámica ¿debería hablar también de violencia católica? Por cierto, en casi todas las religiones siempre hay un pequeño grupo fundamentalista. También nosotros tenemos”.
La participación de ayer no ha sido sólo formal. En algunas iglesias incluso se han leído párrafos del Corán sobre la paz. Algo que no nos imaginaríamos tiempo atrás. Algunos obispos que han recibido a las comunidades musulmanas en las catedrales a menudo han dirigido un signo de gratitud y subrayado como también ellos creen en la paz. En otras iglesias se ha ofrecido pan a los musulmanes presentes. Un paso hacia adelante, por tanto, en la lucha contra las absurdas masacres del terrorismo que quisiera dividir y llevar al choque de civilizaciones. Sería oportuno que los medios de comunicación dieran relieve a manifestaciones de este tipo que, aunque no tan masivas como las de ayer, se realizan con cierta frecuencia.
Diría más: el diálogo y la solidaridad movidos por la fraternidad se sostienen en la reciprocidad. Deberíamos preguntarnos como católicos en qué ocasión devolver este gesto a las hermanas y hermanos musulmanes de nuestras ciudades. Porque es en la dimensión local que estamos llamados a resistir el terrorismo construyendo espacios de fraternidad. Cada parroquia, cada diócesis podría encontrar el momento para este intercambio.
Muchos, en varias oportunidades, hemos participado de misas con la presencia de musulmanes y en otros casos hemos participado como cristianos de la oración de los islámicos en las mezquitas. Y en ambos casos nos hemos encontrado con hermanas y hermanos que daban gloria a Dios. Ello ha hecho de nosotros creyentes convencidos de que la humanidad es una familia.