Entrevista con la presidenta del Movimiento de los Focolares sobre el Decreto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida sobre la rotación en la cúpula de las agregaciones laicas.
Promover la alternancia. Aprobado por el papa Francisco, el pasado 3 de junio el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida promulgó un Decreto que regula la duración de los mandatos de los órganos de gobierno de las asociaciones internacionales. Una duración máxima de cinco años del mandato único por un período máximo de diez años consecutivos es la norma que se indica (con las relativas especificidades, incluidas las posibles dispensas para los fundadores), mientras que una articulada nota explicativa ayuda a comprender el espíritu de la medida: favorecer una mayor comunión eclesial, una sinodalidad más amplia, un auténtico espíritu de servicio, evitar personalismos, abusos de poder, aumentar el impulso misionero y un verdadero y propio estilo evangélico. Hablamos de ello con la presidenta del Movimiento de los Focolares, Margaret Karram.
Presidente, ¿le ha sorprendido el Decreto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida sobre el cambio de liderazgo en los grupos laicos?
No esperábamos un decreto de esta naturaleza en esta época del año, pero el contenido no nos sorprendió. Desde hace años, el Movimiento de los Focolares está inmerso en un proceso que tiene en cuenta la alternancia de liderazgo en los órganos de gobierno, en el centro internacional y en los países donde estamos presentes, estableciendo límites a los mandatos. El Decreto nos ha mostrado una vez más a la Iglesia como madre. Atendiendo a asociaciones como la nuestra, acompaña y ayuda a cada realidad a encontrar formas organizativas que le permitan mantenerse fiel a su propio carisma y misión, en coherencia con el camino de la Iglesia en el mundo de hoy. Por ello, hacemos nuestro el espíritu y las determinaciones del Decreto que, además, responde a la reflexión abierta en el Movimiento sobre la representación en los órganos de gobierno, que ya ha sido compartida con el Dicasterio.
Las palabras iniciales del Decreto afirman que “las asociaciones internacionales de fieles y el ejercicio del gobierno en ellas son objeto de una reflexión particular y del consiguiente discernimiento por parte del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida”. ¿Siente cierta preocupación por los movimientos en general? ¿Y el Movimiento de los Focolares?
Diría que el Dicasterio tiene ciertamente una preocupación particular por los Movimientos y somos testigos de ello, teniendo en cuenta que es una de sus competencias particulares. Entonces, al ser una realidad tan abigarrada, el Dicasterio ciertamente también tiene algunas preocupaciones. El propio Decreto subraya el “florecimiento” de estas asociaciones y reconoce que han aportado “a la Iglesia y al mundo contemporáneo una abundancia de gracia y de frutos apostólicos”. No es intención de la Iglesia frenar el impulso carismático de los movimientos, su fuerza innovadora y su impacto misionero. Quiere ayudarlos a realizar sus propios objetivos, siempre orientados al bien de la persona, de la Iglesia y de la sociedad.
El Decreto ofrece elementos estructurales que pueden ayudar a disminuir algunos de estos riesgos al limitar el tiempo que una persona puede ocupar un cargo gubernamental. Sin embargo, no veo en estas intervenciones una especial concentración en el Movimiento de los Focolares, también porque ya es práctica en nuestros Estatutos la alternancia en los cargos de gobierno.
El papa Francisco, en su discurso a los participantes en el III Congreso Mundial de Movimientos Eclesiales y Nuevas Comunidades, en noviembre de 2014, indicó un método para alcanzar la madurez eclesial que también esperaban sus dos predecesores: “No olvidéis que, para alcanzar esta meta, la conversión debe ser misionera: la fuerza para superar tentaciones e insuficiencias proviene de la profunda alegría de anunciar el Evangelio, que es la base de todos vuestros carismas”. ¿Qué le parece?
Estoy totalmente de acuerdo. El deseo del Papa nos exige un doble compromiso: debemos volver siempre al Evangelio, a la Palabra de Dios y ser conscientes de que el carisma de nuestro propio fundador no es otra cosa que una lectura nueva y actual de las palabras de Jesús, iluminada por un don del Espíritu Santo que las hace vivir desde un ángulo particular. Por tanto, hay que tener en cuenta que la espiritualidad, que nace de un carisma, es un modo de anunciar el Evangelio y, por tanto, de trabajar por el bien de la Iglesia y de la humanidad.
¿Es suficiente un sano relevo generacional, una alternancia de personas en los puestos de dirección para asegurar un gobierno sinodal, realizado con espíritu de servicio y capaz de no repetir los errores del pasado, desde el personalismo hasta el abuso de poder?
Yo diría que esto no puede ser suficiente si queremos lograr un cambio cultural verdadero, duradero y fructífero. Creo que deberíamos preguntarnos, en primer lugar, cuál es el objetivo de gobernar una asociación como la nuestra. No se trata, aunque sea importante, de un cambio generacional, ni de evitar los errores del pasado. El objetivo principal de nuestro gobierno –como el de todo movimiento eclesial– es asegurar que el movimiento avance y se desarrolle en el espíritu genuino de su carisma, siguiendo el plan que fluye de él y realizando los propósitos para los que el Espíritu Santo lo hizo nacer. El mismo Decreto subraya que el gobierno “se ejerce de manera coherente con la misión eclesial de las propias asociaciones (asociaciones), como un servicio ordenado a la realización de sus fines propios y a la protección de sus miembros”.
Es un trabajo de continua actualización, mejora y renovación que requiere sobre todo una conversión de los corazones al Evangelio y a las propias raíces carismáticas. El relevo generacional en los órganos de gobierno, a través de la frecuente alternancia en los cargos de gobierno, puede favorecer la actualización de una asociación, puede ayudar a evitar –como dice una nota explicativa del Dicasterio– “formas de apropiación del carisma, personalismos, centralización de funciones así como expresiones de autorreferencialidad, que fácilmente provocan graves violaciones de la dignidad y la libertad personal e incluso, verdaderos abusos”.
Pero la alternancia de cargos no garantiza por sí sola una gestión justa del poder. Se necesitan otros elementos, que venimos implementando y mejorando continuamente desde hace varios años, como un camino de formación espiritual y humana para un liderazgo coherente con un estilo evangélico y con el propio carisma, por lo tanto un estilo de gobierno que destaque el discernimiento comunitario, con nuevas formas de acompañamiento y modalidades sinodales para la elección de candidatos a cargos de gobierno.
Concretamente, dentro de tres años habrá que sustituir a varias de las personas elegidas durante la Asamblea General del pasado mes de febrero. ¿Tiene ya una idea de cómo proceder, también en lo que respecta a la modificación de los actuales Estatutos, que prevén seis años para la duración de los cargos y la posibilidad de un segundo mandato?
En algunos puntos ya estamos en consonancia con el nuevo Decreto, especialmente en lo que se refiere al límite máximo de dos mandatos consecutivos para los cargos públicos, lo que hay que cambiar ahora es la duración: de 6 a 5 años. Ya habíamos empezado a crear una comisión para la necesaria revisión de nuestros Estatutos en varios puntos, a los que ahora añadimos el trabajo prioritario de adaptarlos al Decreto. Es un trabajo que queremos hacer con calma y con cuidado, porque no solo queremos aceptar esta nueva legislación “al pie de la letra”, sino también y sobre todo su espíritu y estudiar bien cómo aplicarla no solo para los organismos centrales e internacionales, sino a gran escala, incluso en el gobierno local de los centros territoriales.
Sin embargo, nos gustaría hacerlo todo en diálogo con el Ministerio, profundizando en algunos aspectos concretos y en algunas dudas. Han dicho expresamente que están dispuestos a escucharnos sobre eventuales cuestiones.
El papa Francisco, en su encuentro con los participantes en la Asamblea General, destacó algunos temas a los que debemos prestar especial atención: la autorreferencialidad, la importancia de las crisis y saber gestionarlas bien, la coherencia y el realismo en la vivencia de la espiritualidad, la sinodalidad. ¿Qué se ha hecho o qué se piensa hacer para dar seguimiento a estas indicaciones?
Consideramos el discurso del papa Francisco a los participantes de la Asamblea General como un documento programático, así como el documento final de la propia Asamblea. Vemos con gran alegría cómo la profundización y la búsqueda de vías de aplicación de estos dos documentos están dando sus frutos en las diferentes zonas geográficas en las que está presente nuestro Movimiento. Surgen dos puntos centrales: una escucha atenta del grito de sufrimiento de la humanidad que nos rodea en la que redescubrimos el rostro de Jesús crucificado y abandonado, y un nuevo espíritu de familia en nuestro Movimiento más allá de cualquier subdivisión. En ello expresamos el núcleo de nuestra espiritualidad: ofrecer al mundo un modelo de vida al estilo de una familia; es decir, hermanos y hermanas a nivel universal, unidos por el amor fraterno a todo hombre y mujer y el amor preferencial a los que más sufren, a los más necesitados.
¿Con qué estilo y de qué manera ha comenzado el nuevo gobierno del Movimiento de los Focolares? ¿Tiene Margaret Karram algo nuevo en mente a este respecto?
En el gobierno del Movimiento me interesa especialmente vivir una experiencia de “sinodalidad” que significa realizar todo con espíritu de escucha y devolver a las relaciones interpersonales ese amor evangélico fraterno, veraz y caritativo que ilumina también el lugar que le corresponde a cada uno, es decir, el lugar central. Como Consejo General, por ejemplo, acabamos de tener la maravillosa experiencia de escuchar a nuestros líderes territoriales de todo el mundo. Son los que tienen las “manos en la masa”, los que conocen el potencial, las necesidades y las características culturales y antropológicas de nuestras comunidades. Al escucharlos, surgió toda la vivacidad y creatividad de la “gente de Chiara”, que quiere ocuparse de las diferentes formas de desunión y curar las heridas de la humanidad a su alrededor. Quizá ni siquiera sea necesario que el Centro Internacional dé siempre directrices o dirija el camino del Movimiento. Lo importante es que el Centro garantice siempre la unidad de toda la Obra y que pueda sacar a la luz lo que el Espíritu Santo nos indica poco a poco para todos.
*Entrevista original publicada en Città Nuova.