Manchester paga un tributo de sangre

Manchester paga un tributo de sangre

Mientras la congoja nos envuelve por la muerte de jóvenes y niños, Occidente sigue haciendo negocios con los principales difusores de las ideas que promueven el terror. Una lógica desquiciada.

Un nuevo tributo de sangre inocente fue pagado anoche en Manchester. Lo han pagado las familias de las, al menos, 22 víctimas mortales y de decenas de heridos.

Es todavía temprano para analizar las dinámicas de este enésimo atentado. Apenas se sabe que tres personas habrían sido demoradas por los investigadores. Infaltable la reivindicación del Isis que, sin embargo, indica una posible proveniencia ideológica del plan siniestro. Claramente, el objetivo fue atacar a los jóvenes, los principales seguidores de la cantante Ariana Grande (hay niños entre los muertos y los heridos), sembrando el terror entre las familias.

Correré el riesgo de repetirme, pero lo que no cierra en todo el asunto es la “lógica” de fondo del mundo occidental. Su principal exponente, se quiera o no admitirlo, el presidente Donald Trump acaba de consagrar la alianza comercial con el principal sponsor del terrorismo: Arabia Saudita. Cuando esta monarquía no arma directamente y entrena grupos como el Isis o Al Qaeda y muchas otras firmas, les abre paso con la predicación de un wahabismo radicalizado construyendo mezquitas y centros sociales. Esa predicación recluta extremistas cosechando adhesiones donde más reina el malestar social (y a veces psicológico). Si se visita el mundo de las comunidades de matriz islámica en Europa, es precisamente donde ha fracasado la inclusión social que el wahabismo penetra y recluta a potenciales militantes. Las monarquías del Golfo han destinado a esta predicación cientos de miles de millones de dólares en 30 años. Pese a lo cual, son inversores muy activos en esos mismos países. Miren quién es el sponsor de varios equipos de fútbol.

Arabia Saudita no sólo ha firmado acuerdos comerciales por 400 mil millones de dólares con el presidente Trump (100 mil millones en armamentos), sino que ha apostado 200 mil millones de dólares en el plan de infraestructura de los Estados Unidos, la palanca del plan económico del presidente norteamericano. Plata al rey saudita le sobra relativamente: el déficit fiscal de su gobierno es de 60 mil millones de dólares, tanto es así que el recorte de sueldos entre los empleados públicos ha sido del 65%. Y no se esperen huelgas, porque eso no sería “saludable” para los asalariados sauditas.

Pero hay más. Ya en territorio israelí, Trump ha aprovechado para indicar a Irán como el gran culpable: arma y financia terroristas y viola derechos humanos. Y jamás tendrán un arma nuclear. Luego de los acuerdos que pusieron fin en 2015 a la polémica con Irán respecto de su plan nuclear, se pudo demostrar (inspecciones mediante) que el país persa jamás estuvo cerca de poseer armas atómicas y hacía años que su plan no avanzaba y sólo tuvo amagues de impulsos. Por tanto, la afirmación de Trump no puede dejar de llamar la atención, máxime si realizada en Israel, el único poseedor de armas nucleares en Oriente Medio.

Las declaraciones de Trump avalan por tanto la alianza coyuntural entre Arabia Saudita e Israel, significativamente no afectado por el terrorismo que no sea de matriz palestina, que intenta frenar el avance iraní. Cada uno lo hace por motivos distintos. Pero por lo visto intentan rediseñar el mapa de Oriente Medio sobre la base de sus intereses. Occidente, paga el precio del terrorismo y recibe – sin saber bien qué hacer – las olas de migraciones provocadas por los conflictos que generan ese rediseño y además concluye bueno negocios con los que provocan todo esto.

La lógica es realmente perversa. Los malos son los iraníes (que tienen sus esqueletos en los armarios, basta ver lo que los milicianos de Irán están haciendo en Iraq con los prisioneros sunitas). Los terroristas gozan. Los mercados y los mercaderes se alegran. De hecho, Trump para calificar a los terroristas usa una expresión sacada de los negocios: “perdedores”. Es su mundo: que vayan a la izquierda los perdedores, y a la derecha los ganadores. “Vengan a mí”, dice a estos últimos el dios mercado.

 

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