El lunes 18 de octubre, en la Sala Clementina, el Papa Francisco recibió a una delegación de la Fundación Universitaria Biomédica de Roma. Lo hizo precisamente en la festividad de Lucas, a quien Pablo de Tarso alude como “el querido médico” (Col 4,14).
Francisco se refirió a las dificultades propias del ámbito de la sanidad, donde “anteponer el enfermo a la enfermedad, es esencial en todos los campos de la medicina; es fundamental para que el tratamiento sea verdaderamente integral.”.
La centralidad de la persona, ayuda a fortalecer una visión unitaria y sinérgica. En tal sentido, destacó “Una visión que no pone en primer lugar las ideas, las técnicas y los proyectos, sino al hombre concreto, al paciente, al que hay que cuidar sabiendo su historia, conociendo su experiencia, estableciendo relaciones amistosas que sanan el corazón, es algo que no debe perderse nunca”.
Acerca del rol de la ciencia apuntó, “hay que centrarse en la atención al individuo, sin olvidar la importancia de la ciencia y la investigación. Porque el cuidado sin la ciencia es vano, al igual que la ciencia sin el cuidado es estéril. Los dos van juntos, y hacen de la medicina un arte que implica cabeza y corazón, que combina conocimiento y compasión, profesionalidad y piedad”.
La experiencia colectiva
Se refirió a ciertas necesidades evidenciadas por la pandemia: “Es hermoso poder hacer frente a mayores emergencias con aperturas cada vez más grandes. Y es importante hacerlo juntos. Hago hincapié en esta sencilla pero difícil palabra: juntos. La pandemia nos ha mostrado la importancia de conectarnos, de colaborar, de abordar unidos los problemas comunes. La sanidad, en particular la católica, necesita y necesitará cada vez más esto, estar en red, que es una forma de expresar el conjunto. Ya no es tiempo de seguir el propio carisma de forma aislada. La caridad requiere el don: el saber se comparte, la competencia se intercambia, la ciencia se pone en común”.
Mirada a largo plazo
Acerca de la cooperación internacional, fue pragmático: “Es urgente ayudar a los países que tienen menos, pero hay que hacerlo con planes de largo alcance, no sólo motivados por la prisa de las naciones ricas por ser más seguras. Los medicamentos deben distribuirse con dignidad, no como limosnas piadosas”. Finalizando con un deseo concreto: “Espero que la sanidad católica sea cada vez más activa en este sentido, como expresión de una Iglesia extrovertida, de una Iglesia en salida”.
Qué tema sensible!!! Se pueden decir muchas cosas, todas ciertas. Cuando no se pone en el centro al ser humano, se cometen errores de todo tipo (si vale la simplificación), y el sistema de salud mundial, pone en el centro de todo, menos al ser humano. Y ni hablemos de su familia, comunidad, contexto, experiencias vividas, etc, etc. Esto último es lo que explica el proceso salud-enfermedad en nuestros cuerpos y mentes, y en nuestras historias personales.
Quienes pensamos que el amor al otro es la clave de soluciones a los problemas de la humanidad, no podemos dejar de ver si todo lo que se sabe y se utiliza en la atención de la salud/enfermedad es cierto o no tan cierto. Nos vamos a llevar sorpresas!!!
No se puede cambiar del día a la noche toda un cultura de ver lo que nos hace bien o mal, pero debemos comenzar a poner blanco sobre negro para no engañarnos y no engañar al otro. Hoy el problema ecológico es urgente, y si utilizamos métodos ecológicamente activos, nos vamos a dar cuenta que la salud personal y de los pueblos mejora.
Los grandes descubrimientos que mejoraron la salud fueron el agua potable, la alimentación conciente y la actividad física. Si a ello le agregamos las relaciones humanas recíprocas, tenemos un combo que previene el 80% de los problemas de salud. A ello le agregamos medicinas tradicionales, técnicas quirúrgicas, y hábitos saludables, y vamos a encontrarnos con una sociedad más tolerante, humana, socialmente sustentable y económicamente rentada.
Por último, la autodeterminación de los pueblos en cómo quieren cuidarse y cuidar al otro, es lo faltante de este combo, que quienes los estimulamos y ayudamos a ponerlos en funcionamientos, vimos verdaderos milagros en la salud de los pueblos.
Así, cada uno de nosotros podrá vivir, y será el aporte único y diferente que la humanidad necesita.
Y esto es Evangelio, Biblia, filosofía humanitaria o como quiera decírsele a la creencia que cada persona tiene y que la empuja a ser mejor persona.