La educación en el mundo.
Se calcula que actualmente hay alrededor de 2 mil millones de menores (de 0 a 14 años) en el mundo, casi un cuarto de la población mundial. Una gran parte de estos niños está concentrada en los países en vía de desarrollo, donde la pobreza, las crisis ambientales y los conflictos muy a menudo les impiden seguir regularmente los cursos escolares. Solo en Medio Oriente, según Unicef, 303 millones de niños no van a la escuela, mientras –según Save the Children– alrededor de 150 millones en el mundo son obligados a realizar trabajos pesados y peligrosos.
La Agencia para los Refugiados (ACNUR) estima que entre 30 y 34 millones de los 79,5 millones de migrantes forzados en 2019 fueron menores de 18 años, es decir, el 40 % aproximadamente. A este cuadro preocupante se deben agregar las situaciones de conflicto armado que en 2019 se estimaban alrededor de 80, por HIIK (Heidelberg Institute for International Conflict Reserch). Según childsoldier.org, mientras 168 de los 197 estados miembros de la Naciones Unidas ratificaron el Opac (Protocolo facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño relativo a la participación de niños en los conflictos armados), se estima que 46 estados todavía reclutan a niños de edad inferior a los 18 años en sus fuerzas armadas y hay 18 conflictos en los que los niños participaron en las actividades bélicas a partir de 2016.
Actualmente hay 64 partes en conflicto, identificadas y enumeradas por el secretario general de las Naciones Unidas para el reclutamiento y la utilización de niños soldados.
En suma, datos preocupantes que nos indican una población juvenil excluida, por uno u otro motivo, de la posibilidad de frecuentar cursos de formación necesarios tanto para poder tener un rol laboral calificado en la sociedad, como para ser ciudadanos activos y preparados.
Los jóvenes, puestos precozmente a trabajar u obligados a no ir a la escuela, tal vez bombardeada como sucede en muchos teatros de conflicto (por ejemplo en Yemen), se encuentran sin instrumentos críticos y por lo tanto expuestos a recibir pasivamente mensajes que muy a menudo los llevan fuera de camino, a actos de propaganda dirigida a preparar climas de violencia, basados en prejuicios, simplificaciones, racismo, odio.
Basta pensar en el adoctrinamiento de menores que realizan las fuerzas del extremismo islámico en los territorios de lo que fue un intento de un nuevo califato (y no solo).
También la pandemia del covid-19 agravó esta situación, ya que, si en los países ricos se pudo recurrir a la didáctica da distancia gracias a las tecnologías informáticas, en los más pobres no fue ni siquiera posible pensarlo. Si la educación a distancia es una pesada carga para nuestros docentes y nuestros chicos, tal vez, en estos momentos tan difíciles, es oportuno pensar en aquellos para quienes la escuela es solo un recuerdo o un milagro ·
Publicado originalmente en la edición italiana de Cittá Nuova. Y republicado en la edición Nº 628 de la revista Ciudad Nueva.