Orbita alrededor del Sol desde hace 4500 años, pero lo hace en sentido contrario al resto de asteroides. Y, además, no pertenece a nuestro sistema.
El asteroide bautizado 2015 BZ509, lleva 4.500 millones de años orbitando alrededor del Sol, pero no pertenece a este sistema. Y lo más asombroso, lo hace en dirección contraria al resto de los planetas. Este asteroide descubierto en 2015, que se encuentra a la misma distancia del Sol que Júpiter, gira en nuestro sistema solar, pero en dirección contraria al resto de asteroides y planetas.
En un primer momento se especulaba con el riesgo de que colisione en los próximos años, pero los investigadores del equipo de Paul Wiegert, de la Universidad del Oeste de Ontario (Canadá) realizaron un simulacro de la trayectoria del asteroide y al parecer, el 2015 BZ509 seguirá intacto por muchos años más. Los astrónomos Helena Morais, de la Universidad Estatal Paulista (Brasil) y Fathi Namouni, del Observatorio de la Costa Azul (Francia), han realizado simulaciones numéricas para reconstruir la trayectoria de este asteroide hasta los orígenes del Sistema Solar. El estudio fue publicado en la revista de la Real Sociedad de Astronomía de Reino Unido (Monthly Notices of the Royal Astronomical Society: Letters).
“Nuestros resultados muestran que este asteroide ha estado en su estado actual desde las etapas tempranas del Sistema Solar hace unos 4.500 millones de años”, explica Morais. “El Sistema Solar no podía generar órbitas retrógradas en aquella época, todo se movía en la misma dirección, así que la única posibilidad que queda es que este cuerpo fuera capturado de otro sistema estelar”, explica la astrónoma. “La única forma de explicar esta trayectoria hace 4.500 millones de años es que BZ509 fuera capturado desde el medio interestelar” añade Fathi Namouni, investigador del Observatorio de la Costa Azul y director de la investigación.
Este asteroide se mueve en la dirección opuesta a la mayoría de objetos del Sistema Solar, incluido Júpiter. Además, su órbita está inclinada respecto a la eclíptica, que es el plano en el que se mueven todos los planetas.
El asteroide, atraído por la gravedad de Júpiter, ha quedado anclado en su órbita y sobrevive hasta ahora. “La probabilidad de una colisión entre asteroides es muy baja, lo más peligroso en este caso son las perturbaciones que suceden al cruzarse con los planetas gigantes”, señala Morais. La distancia más corta entre ambos se da cada once años y medio y es de 176 millones de kilómetros, lo que hace improbable el choque.
Este asteroide podría ser en realidad un cometa. En este tipo de cuerpos las órbitas retrógradas son mucho más habituales —la mitad de los cometas en la nube de Oort en los confines del Sistema Solar lo son—, entre ellos el célebre Halley. Hasta el momento no se ha observado que este asteroide tenga una cola y será difícil descartar esta hipótesis pues el cuerpo pasa bastante lejos del Sol y posiblemente nunca reciba suficiente calor como para activarlo, explica Wiegert en su web. Por su parte, Morais señala que, en el futuro próximo, “las observaciones con radar y espectroscopía pueden ayudar a saber si este cuerpo contiene compuestos orgánicos esenciales para la vida formados en otro sistema solar”. Además, su estudio considera que probablemente haya más asteroides llegados de fuera del Sistema Solar que aún no han sido descubiertos.
El origen del asteroide 2015 BZ509 todavía es un misterio, y puede que no sea el único forastero que migró al Sistema Solar en sus inicios. Los investigadores apuntan ahora a un grupo de asteroides por fuera de la órbita de Neptuno cuyas órbitas son perpendiculares a la eclíptica. Su próximo objetivo es estudiarlos para determinar si también proceden de un sistema foráneo, explica Fathi Namouni.