Recuerdo que estaba dándole de comer a mis hijos cuando escuché la noticia sobre la mujer a la que policías habían echado de una plaza por amamantar a su bebé.
Me causó total indignación y repudio y sin escuchar dónde había ocurrido pensé: ¿En qué país pasó? Más tristeza me generó cuando presté atención que se trataba de algo sucedido en mi propio país, “a la vuelta de mi casa”, por así decir.
Enseguida me uní a cientos de miles que ya empezaban a repudiar este acto vía redes sociales, compartiendo imágenes de concientización acerca de la importancia de la lactancia materna, que es un acto maravilloso de amor y pureza que nadie te puede prohibir de hacerlo. Tu bebé llora, pide a gritos que le des de comer, vos tenés la comida y ¿se la vas a negar porque no tenés donde sentarte a darle? Una se sienta en el piso, donde sea, para darle de comer.
Charlando con una compañera de trabajo que vive en San Isidro, justamente el lugar donde sucedió de este hecho, me dijo: “En San Isidro no va que le des la teta a tu hijo en el plaza”. Ante mi cara de asombro, agregó: “Es que no pega, culturalmente no está bien visto. No ves a nadie que le dé el pecho en algún lugar público a su bebé”. No obstante, me aclaró que repudiaba la actitud de las agentes de la policía.
Aquello me dejó un poco más tranquila, de la misma manera que me alienta el “tetazo” organizado el pasado sábado a nivel nacional, en repudio de esta prohibición.
Me pareció un poco ridículo que el intendente del lugar envíe a las policías a hacer un curso sobre la importancia de la lactancia materna, ya que ellas cumplieron una supuesta orden. En realidad el curso tendría que ser recibido por toda la cúpula.
Valoro que la madre no se haya quedado callada, que hiciera público el hecho y que enseguida haya encontrado eco en la sociedad que se alzó para evitar y repudiar que se naturalice algo que no es natural. Si hasta el Papa Francisco invita, de ser necesario, a que las madres amamanten dentro de las iglesias.