Llorar con quien llora

Llorar con quien llora

La pregunta de un joven rumano arrancó varias lágrimas al Papa Bergoglio. Sus consideraciones sobre la fragilidad humana.

Para muchos, entre ellos los críticos del Papa Francisco, la Iglesia católica debería dedicarse a anunciar la verdad. A menudo, sin embargo, es una verdad lejana, que establece normas y deberes, que poco se acerca a la vida cotidiana en la que aparecen heridas que necesitan de curaciones, más que de reglas canónicas. No casualmente, Jesús recordaba que los enfermos necesitan del médico, no los sanos. Y a menudo esta tarea lleva a llorar con quien llora a compartir dolores y sufrimientos antes de dar soluciones.

Es lo que ha ocurrido en enero con los integrantes de un grupo de huérfanos provenientes de Rumania, que se encontró con el Papa. Entre las preguntas formuladas por los jóvenes, temas profundos: la vida, la muerte, el pecado, la fragilidad humana… Un joven contó al Papa su experiencia de haber sido rechazado dos veces por su madre. Y el relato hizo llorar al Papa. La respuesta de Francisco no pudo ser más sincera: “Cuando leí tu pregunta, antes de dar instrucciones para hacer el discurso, lloré. Te estuve cerca con un par de lágrimas. Porque, no sé… me diste mucho; los demás también, pero tú me agarraste con las defensas bajas. Cuando se habla de la mamá siempre hay algo… y en ese momento me hiciste llorar”,

“¿Qué culpa tengo yo si ella no me quiere? ¿Por qué no me acepta?”, preguntó el joven. “No es una cuestión de culpa –explicó Francisco–; es una cuestión de grandes fragilidades de los adultos, debidas, en este caso, a tanta miseria, a tantas injusticias sociales que aplastan a los pequeños y a los pobres, y también debido a tanta pobreza espiritual”. Es el fruto de “un sistema social equivocado, inhumano, que endurece los corazones, que te lleva a equivocarte», que no nos deja «encontrar el camino correcto”. Y esta “pobreza espiritual endurece los corazones y provoca lo que parecería imposible: que una madre abandone al propio hijo”.

Sin embargo, Francisco se dijo seguro de que “tu mamá te ama, pero no sabe cómo hacerlo, no sabe cómo expresarlo. No puede porque la vida es dura, es injusta. Y ese amor que está encerrado en ella, no sabe cómo decirlo, no sabe cómo acariciarte”. El Pontífice pidió “rezar para que un día pueda enseñarte ese amor”, y animó al joven a no perder la esperanza.

“Frente a las fragilidades de los demás, como las enfermedades, hay algunos adultos que son más débiles, no tienen la fuerza suficiente para soportar las fragilidades. Y esto porque ellos mismos son frágiles”. “Hay padres que son frágiles, porque son hombres y mujeres con sus límites, con sus pecados, y las fragilidades que llevan dentro, y tal vez no tuvieron la suerte de ser ayudados cuando ellos eran pequeños. Y así, con esas fragilidades, siguen adelante en la vida porque no fueron ayudados, no tuvieron la oportunidad que hemos tenido nosotros de encontrar a una persona amiga que nos tome de la mano y nos enseñe a crecer y a hacernos fuertes para vencer esa fragilidad”. Para el Papa “es difícil recibir ayuda de padres frágiles, y a veces somos nosotros los que debemos ayudarlos”. Y en esto invitó a una actitud positiva: “En lugar de reprochar a la vida porque me ha dado padres frágiles y yo no soy tan frágil, ¿por qué no cambiar la cosa y dar gracias a Dios, gracias a la vida porque yo puedo ayudar la fragilidad del padre”.

Es un ejemplo del estilo pastoral de este Papa, que no duda en empatizar con sus interlocutores, a menudo, acosados por heridas todavía abiertas, para luego invitarlos a superar proactivamente sus llagas con el amor. No es una estrategia, es el divino arte de amar al prójimo.

  1. Conmovedor diálogo que expresa una profunda verdad, en la cuál nuestro Papa Francisco con su corazón de carne, puede ver la capacidad humana y de discernimiento del joven que aún está con su llaga abierta.
    Una actitud que entiendo los adultos en general necesitamos madurar, ya que necesita de todos nosotros una comprensión más profunda sobre quien es un niño y confianza en el discernimiento de los jóvenes.

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