El seleccionado masculino de hockey sobre césped no sólo subió por primera vez a un podio sino que lo hizo a lo más alto y coronó un torneo brillante con la medalla de oro tras derrotar a Bélgica 4 a 2.
El seleccionado masculino de hockey sobre césped no sólo subió por primera vez a un podio sino que lo hizo a lo más alto y coronó un torneo brillante con la medalla de oro tras derrotar a Bélgica 4 a 2.
Los Juegos Olímpicos son únicos. Sólo este evento planetario logra que el mundo, incluso en quienes habitualmente sienten atracción por el deporte, se vea atrapado por cada una de las disciplinas durante tres semanas. Y Argentina no es la excepción. Hay un “algo más” en los atletas que representan al país. “Algo” que termina siendo un imán, que hace que todos empecemos a interiorizarnos por esa disciplina hasta entonces desconocida. Ejemplos sobran.
Quizás no sea el caso del hockey sobre césped que tuvo su crecimiento con las míticas Leonas. Su génesis, en aquellos Juegos Olímpicos de Sidney 2000, cuando la garra y el espíritu amateur empezaban a contagiar a generaciones enteras de chicas. El hacedor de aquel equipo era un tal Sergio Vigil, quien enseguida se convirtió en emblema para quienes ven en el deporte una herramienta de construcción humana, social, basada en los valores esenciales de la vida misma.
“Cachito” fue la piedra donde se apoyó el desarrollo del hockey sobre césped. Su estilo revolucionario, sus formas de trabajar, pero sobre todo su manera de ver la actividad deportiva, fueron ejemplo para muchos.
Por todo eso, el hockey sobre césped estaba muy asociado a las mujeres. Los varones se esforzaban pero no lograban dar ese salto de calidad que les permitiera también codearse con las potencias. Internas políticas, cambios de entrenadores (el propio Vigil estuvo al mando del equipo que quedó afuera de Pekín 2008) y sinsabores que no colaboraban para ese crecimiento soñado, pero aún lejano.
Llegó Carlos Retegui, le dejó su lugar a Pablo Lombi y luego éste partió para otra vez dejar el cargo, en 2014, en manos del “Chapa”, quien ya había dejado su huella también en las Leonas, con la medalla de plata en Londres 2012. Con su experiencia, tomó una generación de jugadores en la que muchos de ellos, ocho del actual equipo olímpico, habían sido campeones mundiales juniors en 2005.
Les impregnó un espíritu ganador, voraz. En la charla previa al debut en Río uno de ellos, a modo de juramento, se animó a poner la vara bien alta: “Si me dan un papel para firmar que ganaremos la medalla de bronce no lo firmo”. Nunca habían subido a un podio pero no querían conformarse.
La historia ya es conocida. Dejaron a las grandes potencias en el camino y rugieron como nunca, con un hockey de altísimo nivel. En la cancha se abrazaban jugadores y cuerpo técnico con la euforia a flor de piel. Quienes lo seguíamos por televisión nos conmovíamos con un Cachito Vigil exultante en la transmisión. Jamás lo iba a decir. Pero él sabe que su entrega por el deporte, sobre todo éste que ama con locura, había sido la piedra basal para los logros del hockey argentino.