Cada tanto, aparecen acusaciones, murmuraciones y críticas destructivas por parte de algunos sectores eclesiales que no aceptan la línea pastoral del Papa. Y no hacen mella porque no se sostienen.
Justo cuando se estaba por celebrar el encuentro del Papa Bergoglio con más de 1.000 miembros del proyecto de Economía de Comunión en la Sala Nervi del Vaticano, en algunas calles cercanas a San Pedro aparecieron cientos de afiches que retrataban un rostro adusto del Papa y un mensaje, con expresiones incluso semidialectales: “Francisco interveniste Congregaciones, trasladaste a sacerdotes, decapitaste el Orden de Malta y los Franciscanos de la Inmaculada, ignorado a cardenales. ¿Dónde quedó tu misericordia?”
No suscita más que alguna perplejidad esta salida. Y deja la impresión que se trata de la crítica proveniente de grupos marginales muy católicos y muy poco cristianos, nostálgicos de poderes y privilegios de antaño y que cada tanto consiguen cierto impacto mediático, aunque sin nunca lograr transformarse en una masa crítica.
La popularidad del Papa habla por sí misma de una llegada permanente de Bergoglio al corazón de la gente. Le abre paso precisamente esa misericordia que lo impulsa a poner el amor al próximo como norte de nuestro accionar y del accionar de la Iglesia. Este amor lo lleva, como ha comentado el encargado de prensa, a recibir “serenamente” acusaciones como éstas, murmuraciones y también algunos ataques formales de cardenales o ambientes eclesiales tristemente vinculados a formas y cultos que tienen mucho de tradicionalismo y poco de cristiano.
El Orden de Malta fue intervenido luego de graves irregularidades cometidas en el nombramiento de sus autoridades, al tiempo que los Franciscanos de la Inmaculada, desde hace tiempo, viven una fase turbulenta. Benedicto XVI dispuso una investigación, que sigue todavía, debido a episodios indefendibles que abarcan autoritarismos con derivas financieras y cosas peores.
Estas oposiciones a la línea pastoral que Bergoglio está desarrollando proviene de ambientes que han vivido a menudo de una alegre gestión de recursos materiales (a menudo con gastos suntuoso) y de las personas que ven disminuido su poder e impunidad por las palabras evangélicas de Bergoglio. Un estilo de vida que no se condice con el espíritu de amor y de servicio y más cercano a esas formas de culto del materialismo que el Papa ha condenado en muchas oportunidades. La última, precisamente durante el encuentro con Economía de Comunión.
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