El vínculo entre Diego Armando Maradona y la pelota tuvo su punto máximo durante el Mundial de México ’86.
Diego pisa la pelota en la mitad de la cancha, sobre la derecha. Baila con ella y deja desorientados a dos ingleses que querían robarle su prometida. Acelera su marcha y mirándola a los ojos -pero también observando todo a su alrededor- le promete que esa historia tendrá un final feliz. Los británicos insisten en quitarle a su enamorada. Diego la defiende como un excelente caballero, la cuida y la mima mientras elude a otros dos adversarios. Se le tiran a los pies, tratan de detenerlo pero se les escapa como agua entre los dedos. Y llega el momento sublime. Un amague más, una caricia más y el desenlace perfecto. Pura emoción, lágrimas y un gracias eterno por semejante muestra de afecto. Tanto para con su amada como para con su pueblo.
Corría el 22 de junio de 1986 y Argentina enfrentaba a Inglaterra en los cuartos de final del Mundial de México ’86. Ése que Diego tanto esperaba para endulzarse tras la amargura de haber quedado afuera de Argentina ‘78 debido a su corta edad y para recomponer la falsa imagen luego de la expulsión en España ’82.
Fue el gesto de amor más maravilloso que un hombre le haya demostrado a una pelota y que luego derivaría en una relación que cautivó a todos los argentinos y al mundo entero.
Querido Diego: Recorriendo tu trayectoria resulta fácil identificar cuál fue el momento más grandioso y el gol más espectacular de tu carera. Aquella tarde en el estadio Azteca dejaste perplejas a las 114 mil personas que se pellizcaban para convencerse que era cierto lo que sus ojos veían y provocaste la agitación del corazón de un pueblo que agradecía tanta alegría a miles de kilómetros.
Si bien habías nacido y crecido junto a la pelota, ese mes en México era el tiempo que necesitabas para conquistarla plenamente y demostrarse mutuamente lo importante que son el uno para el otro.
Te habías preparado a la perfección para que todo saliera como lo habías soñado de chico y no bien empezó aquella aventura enseguida se pudieron notar los celos que cada adversario te tenía. Si no, cómo se podría explicar tanta agresividad. Anduviste por el piso una y otra vez. Pero siempre te pusiste de pie y fruto de tu experiencia, convertiste tantos agravios en cariño hacia la pelota.
No hubo que esperar demasiado para tu primera muestra de afecto a tu compañera inseparable. Por un instante te mantuviste suspendido en el aire y con una suave caricia empataste el partido ante los italianos campeones del mundo cuatro años atrás. Como si hubieras elegido vos mismo el momento en el que querías sorprender al mundo, “dejaste” pasar a los búlgaros y a los uruguayos para darle libertad a esa zurda divina que tenía preparado el milagro menos pensado.
Cada zigzagueo en esa corrida veloz era una pincelada sobre el césped que iba creando una obra de arte fabulosa y una clara muestra que tu fidelidad a la pelota sería eterna.
Fue el obsequio más lindo que le regalaste a ella y a tu pueblo aunque todavía había más. Dos perlas preciosas en el siguiente encuentro ante los belgas y la expectativa para ver qué era lo que tenías guardado para el último día del viaje ya era una cuestión mundial.
Pero te tenían maniatado. Los alemanes no te dejaban mover y te perseguían incansablemente. Por eso tuviste el coraje de desprenderte de tu prometida por un instante y confiaste en un amigo -Jorge Burruchaga- para que la llevara hasta el sitio donde más te gusta verla: el arco.
Sin dudas debe haber sido el mes más importante de ambos. Durante ese tiempo el mundo conoció el máximo exponente de una relación que emocionó a todos.
Además, Diego, lo maravilloso de esta historia es que ustedes -vos y la pelota- no querían disfrutar solos. Al contrario, se unieron para que todo un pueblo celeste y blanco se estremeciera hasta las lágrimas y para que creyera en el amor entre el hombre y la pelota.
Estoy seguro que a partir de allí cada Mundial fue, es y será un homenaje a ustedes.
Artículo publicado en la edición especial de la AFA para el Mundial 2002 producido por la editorial Link Creativo.