La identidad de la escuela con inspiración carismática

La identidad de la escuela con inspiración carismática

El cambio de época nos encuentra en medio de un proceso generacional. Hemos puesto el foco en las preguntas que nuestros fundadores se hicieron, pero nos quedamos con las respuestas. En cambio, hoy frente a las mismas preguntas, las respuestas requieren ser distintas, porque el entorno se ha modificado. Sumado a este cambio generacional notamos un avance del Estado que propicia la indiferenciación como sinónimo de igualdad. Nada más peligroso. La igualdad no tiene sentido si no se funda en los actos libres. Estos movimientos suelen ser sutiles, casi imperceptibles. Bajo la modalidad de diálogo se presenta una única forma de ver el mundo y la realidad y si no se piensa igual uno está literalmente afuera.

Nuestro tiempo no está solamente reduciendo la biodiversidad natural. Está también reduciendo progresiva y velozmente la biodiversidad económica, financiera, organizativa, motivacional. La nueva gobernanza estatal está eliminando las culturas carismáticas que tanto han aportado a la educación de nuestro país, los modos de gestionar las relaciones dentro de nuestras escuelas, los modos de hacer comunidad. Nos están convenciendo de que existe sólo una buena gestión de las personas y de los bienes, que nos viene presentada como técnica universal en las escuelas de economía y de negocios en todo el mundo y la implementan como tal en todas las organizaciones, tanto que se están volviendo todas muy, demasiado iguales entre sí.

Casi sin querer y a fuerza de no perder el mínimo de sustentabilidad, fuimos entregando espacios, estilo, ideal, identidad. Como las treinta monedas de la pasión nos ganó la comodidad. Tenemos que volver a poner las cosas en su lugar. El financiamiento estatal a los servicios educativos públicos de gestión privada no son una dádiva. En primer lugar, su origen es el aporte de los contribuyentes. El destino, la posibilidad de que los padres elijan libremente el modo de educar a sus hijos conforme a sus convicciones.  

La realización de la democracia en una sociedad avanzada lleva aparejada una demanda de racionalidad que hay que interpretar y satisfacer atentamente para evitar efectos perversos a largo plazo. La cuestión central de la actual transición consiste en comprender qué hay que hacer para que sean los ciudadanos quienes decidan libremente de qué forma se deben ofrecer las distintas categorías de bienes que demandan. Lo que está en juego no es la libertad de elegir la composición del conjunto de bienes que hay que producir (más bienes privados, más bienes públicos, más bienes meritorios o más bienes relacionales), sino sobre todo la libertad de elegir de qué modo se proveen. La libertad necesita constitutivamente del otro.

Entonces, ¿qué nos queda? Si algo nos queda verdaderamente es retomar el camino de la profecía. El carisma entonces puede florecer nuevamente volviendo a encontrar las personas en las calles, olvidando las propias organizaciones para ocuparse de las heridas y de los dolores de las mujeres y hombre de hoy, sobre todo de los más pobres.

Algo más sobre el gobierno y el modelo de conducción. Cada vez es más visible, en las distintas jurisdicciones del país, con distinto grado, pero en el mismo sentido, una pérdida de autonomía escolar. Hay jurisdicciones que hasta diseñan los textos y las orientaciones para la celebración de los actos en las fechas patrias. Otras en cambio exigen para la modalidad de gestión privada lo que no pueden lograr en las propias estatales. Se ha demostrado en la ciencia de la administración que cuanto más dirigida es la política de quien conduce, menor es la motivación del núcleo operativo, del que gestiona. Es una muestra más de lo que no se debe hacer. Detrás de esta “inocente” maniobra hay una ideología a la que hay que oponerse, si queremos un sistema sustentable. El gobierno del sistema como la conducción escolar requieren un management subsidiario, donde quien conduce sea habilitado de abajo para arriba, cuando quien opera no pueda resolver la demanda.

Esto nos pone en otro umbral. Como retomar la alianza con los padres. Los primeros responsables de la educación de sus hijos son los padres. La escuela provee las herramientas para que lo puedan ejecutar. Cuando los padres son convocados asumen naturalmente el cuidado de sus hijos. Prueba de ello fue la demanda genuina de las familias por la vuelta a la presencialidad en tiempos de pandemia. Nadie más que los padres y un buen número de comunidades educativas puede atribuirse la demanda para el reconocimiento de los derechos de las niñas, niños, adolescentes y jóvenes que estaban entonces siendo amenazados. La construcción de una sociedad madura requiere del compromiso de toda la comunidad.

*El autor es director de la Federación de Asociaciones Educativas Religiosas de la Argentina (FAERA) y presidente de la Fundación Charis Argentina.

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