Desde que se desatara el golpe de estado en Myanmar, los ciudadanos birmanos viven en un estado de protesta, miedo y terror.
Ante la pasividad de un mundo que se ve incapaz de brindar ayuda, han surgido diferentes iniciativas. Como la de los Jóvenes por un Mundo Unido, quienes han cocinado cada día para ofrecer el almuerzo a los manifestantes en las calles. Un gran movimiento de solidaridad se está difundiendo en todas partes para darse apoyo unos a otros.
El pueblo de Myanmar se ha unido en la lucha por su propia libertad. Desde hace dos semanas -cuando se produjo el golpe militar a través del cual se generó la detención del presidente elegido democráticamente, Win Myint, y de la líder civil y Premio Nobel de la Paz 1991, Aung San Suu Kyi- la gente invade las calles de todas las ciudades del país pidiendo pacíficamente justicia. Sin embargo las autoridades parecen no escuchar los reclamos.
Según pudo conocer Ciudad Nueva, en los últimos días han liberado a 23 mil prisioneros, “una manera de meter zizaña en las ciudades”. Según cuentan fuentes desde Myanmar, “sobre todo por la noche estas personas entran a las casas, roban, lastiman, queman y sacan a la gente, haciendo que nadie pueda dormir. No obstante, todos se han organizado y cuando alguna de estas personas aparece, advierte a los vecinos golpeando cacerolas y así el barrio sale a la calle para detener a estos ladrones. Estamos viviendo días duros y tristes. La esperanza de todo un pueblo ha sido puesta a una dura prueba”, lamentan y, recordando la historia del Movimiento de los Focolares, aseguran: “’Eran tiempos de guerra… todo se derrumbaba’. Nos damos cuenta más todavía del coraje que ha tenido Chiara (Lubich) en elegir a Dios en lugar de rebelarse contra el sistema. Esta injusticia tan grande nos hace llorar”.